Elaine Aron comenta en este artículo lo enriquecedores que son los encuentros de fin de semana con personas altamente sensibles en los que ella suele participar dando alguna charla. Para los participantes suelen ser experiencias extraordinariamente buenas y Elaine Aron se pregunta por qué. Los participantes traen a menudo historias de depresión y de soledad. Pero también expresan la felicidad que sienten en ese momento al sentirse libres por una vez, la posibilidad que les ofrece el encuentro para ser ellos mismos.
«Una manera en la que los altamente sensibles utilizamos nuestra sensibilidad es en darnos cuenta de lo que se espera de nosotros, lo que se considera normal y lo que quieren los demás. Y a continuación cumplir con ello. Desarrollamos una máscara adaptable a las circunstancias. Con ella encajamos perfectamente e incluso relucimos. Solamente detrás de ella somos nosotros mismos. Los hombres sensibles en la mayoría de las culturas realmente tienen que trabajarse su máscara, una que dice "soy tan macho como cualquiera de vosotros" o al menos "voy a mi rollo y no me importa lo que digáis de mí". Pero las mujeres sensibles han de desarrollarla también, para parecer sociables, vitales, duras, atentas y no demasiado sensibles».
Elaine Aron explica que la capacidad de imitar a la mayoría nos ayuda a encajar en la sociedad y a calmar nuestras emociones y que incluso podemos adoptar máscaras voluntariamente cuando las necesitamos.
«Siendo altamente sensibles somos más emocionales, aunque hemos aprendido a esconderlo. Nos hemos vuelto expertos regulando nuestras emociones, es decir, encontrando maneras que eviten que se nos vayan de las manos y nos abrumen. Una manera de hacerlo es imitando las respuestas de los otros, empleando su tranquilidad o simple falta de reacción. Los animales lo hacen continuamente. Las reacciones emocionales en los animales sociales están diseñadas para que sean contagiosas. Cuando alguien detecta peligro y le entra el miedo, o encuentra comida y se excita de alegría, todos los demás perciben esta respuesta emocional e instantáneamente también la sienten. Los más fácilmente contagiables son los individuos sensibles.
»El contagio emocional también sirve para mantener calmados a los animales sociales. Estamos menos ansiosos cuando nos rodea gente dispuesta a ayudar. Si se produce un ruido y si la mayoría no sensible lo ignora, los que somos sensibles podemos decidir que también podemos ignorarlo. Después de todo hay seguridad estando entre muchos y en la evaluación de la situación por una mayoría.
»Los humanos incluso podemos elegir ponernos una máscara de tranquilidad. Lo hice la primera vez que viajé con mi hijo en avión. Estaba un poco nerviosa por el vuelo. Ningún altamente sensible sincero consigo mismo puede obviar el hecho de estar en una lata de hojalata lanzada a esa velocidad y a la altura que va, pilotada por vete a saber quien (pero desde luego no una persona altamente sensible), con la temperatura fuera de la ventanilla que te helaría si no fuera porque antes te faltaría oxigeno, eso por no hablar de la probable explosión y el impacto contra el suelo. Pero sabía que tenía que mantenerme en calma por mi hijo, por lo que hice como si lo estuviera. Me puse la máscara de persona tranquila. Pero fingiéndolo, de hecho lo sentí. También me fijaba en las azafatas, que permanecían tranquilas sin dar importancia a nada, y me contagié de su máscara. Y pensé en los viajeros experimentados, ejecutivos que habían viajado miles de veces y que estaban tranquilos también en ese vuelo. Así que me tranquilice por contagio emocional. Mi rebaño no veía problema alguno. De vez en cuando el rebaño es una buena cosa».
Pero está claro que la máscara puede ser también un problema.
«Hay un coste alto cuando estamos tan atareados creando y mejorando esa máscara que al final nos identificamos con ella. Olvidamos prestar atención al que está detrás de ella, a quien tratábamos de proteger. Ni siquiera sabemos ya quién es esa persona. Todavía tenemos reacciones, sentimientos y opiniones pero las hemos silenciado, a veces hasta el punto de llevarlas al subconsciente para hacerlas casi inexistentes.
»Tarde o temprano las personas altamente sensibles se dan cuenta de que han hecho un pacto con el diablo. Se han perdido a ellas mismas. Han sofocado sus propias reacciones para poder encajar o permanecer tranquilos. Cuando comparten en un grupo de personas afines sus experiencias pueden finalmente mudar la máscara y liberarse (al menos un poco). Ya no tienen por qué sentirse avergonzados de sus emociones. Y esto es lo que hace que este tipo de encuentros sean tan importantes para ellos».
(Extraído de
Loneliness and Shedding the Protective Persona del sitio
The Highly Sensitive Person.)
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