Podemos ser críticos
«Tenemos la habilidad de ver las cosas y por lo tanto de detectar los fallos. Como también queremos ser amables, a menudo nos guardamos las críticas para nosotros, pero en algunas ocasiones las soltamos. Algunos lo hacen con sus parejas o sus hijos. A mí me pasa cuando escucho algo intelectual, en una charla o en una clase. Como me gusta pensar con profundidad sobre las cosas, inevitablemente encuentro agujeros en los argumentos. Con mi marido tengo largas discusiones intelectuales que siempre tratan de mejorar las ideas de cada uno y tras muchos años de práctica no solemos tener conflictos. Pero muy a menudo, en público, suelo disgustar al orador o al profesor con mis comentarios que suenan a ataque. Así que tengo que acordarme de los sentimientos del que habla, de que puede afectarle lo que yo diga, y tratar de acolchar mis sugerencias con alabanzas acerca de lo que tiene de bueno su trabajo.
»La cuestión es que aquéllos que me consideran una persona excepcionalmente amable siempre se asombran al ver esta otra parte de mí, de la que a mí misma no me gusta ser consciente. A eso me refiero cuando hablo de las sombras de cada uno».
Podemos rendirnos con demasiada facilidad
«Dejarnos vencer fácilmente, aceptando una posición por debajo de nuestro valor. Siendo obsequiosos, sumisos, serviciales. Débiles. No físicamente, sino socialmente. Podremos decir que estamos siendo amables o que mostramos nuestra empatía, o que en realidad no nos importa, pero este sentirnos inferiores no nos permite decir lo que pensamos y ser tratados justamente. Dejamos que nuestros límites nos los impongan los demás.
»Este comportamiento podría deberse a problemas durante la niñez, por haber sido acosados, abusados, criticados, ignorados por alguien durante los primeros años, siendo los niños altamente sensibles especialmente vulnerables a estos hechos. También puede suceder por la interpretación que hace la sociedad de nuestra forma de proceder. La pausa para comprobarlo todo antes de actuar se interpreta como indecisión, inhibición o timidez. Las reacciones emocionales fuertes por el procesamiento profundo del significado de las cosas nos llevan a las lágrimas, los temblores y ello se interpreta como debilidad, cobardía, falta de control. De alguna manera, como nos lo dicen los demás, empezamos a pensar que todo ello es cierto y en consecuencia nos devaluamos socialmente.
»Entender el valor que tenemos como personas altamente sensibles puede ser de gran ayuda para devolvernos la autoestima. Ser conscientes de esta sombra puede servir para transformarla en algo más útil: humildad, por ejemplo, y una mayor capacidad de ayuda al conocer por propia experiencia lo duro que es para otros que se sienten así».
Podemos hacer como que no somos débiles
«Tratamos de compensar ese sentimiento de verguenza por sentirnos inferiores, pareciendo indiferentes, incluso arrogantes, fríos. Tratando siempre de ser los mejores en lo que hacemos podemos ser despiadados, es decir, podemos perder la empatía. O tratando de probar nuestra valía podemos dejarnos la piel maltrando nuestro cuerpo. La vergüenza y el rechazo son horribles. Surgen en nosotros y nos duelen más. De manera que quizá involuntariamente convertimos en una prioridad evitar este sufrimiento.
»Otra forma de resolver nuestra sensación de debilidad es darse plenamente al servicio de una causa social, de un camino espiritual, de unas leyes de vida de acuerdo a Dios o a la naturaleza. Es una forma de altruismo que no es libre, porque se convierte en la única manera de sentirse a salvo y querido. Es importante mantener la consciencia en todo lo que hacemos».
Podemos ser indecisos
«Creo que las mejores decisiones se hacen después de valorar todas las consecuencias y siempre espero tener el tiempo necesario para recoger la información que necesito. Las personas altamente sensibles evolucionaron hacia seres tan reflexivos porque era una estrategia que permitía sobrevivir mejor cuando se pasa por una fase peligrosa. Por ejemplo, si hay más depredadores este año, o si no hay suficiente comida hasta que comiencen las lluvias, para evitar comer cualquier cosa y enfermarse, es necesario escoger con cuidado. Pero tenemos que actuar al cabo. Hacer algo. Comer. Hay que arriesgarse. Es un riesgo porque casi nunca sabemos las consecuencias con total seguridad. Gestionarlo lo mejor posible ayudados de nuestra intuición forma parte de la vida».
Podemos ser irritables
«Nos volvemos irritables con nuestra mente cansada después de todo este procesamiento. Los más cercanos saben que no se puede bromear con nosotros en esos momentos. Cuando tenemos hambre significa que queremos comida. YA.
»O quizá sólo deseemos que nos dejen solos. ¿Somos capaces de aguantar un poco, hasta que nos vayamos a la cama y podamos escondernos bajo la manta? ¿O es que nos abandonamos con secreto placer a la autocompasión por sentirnos derrotados? ¿Nos responsabilizamos por nuestra parte de culpa al dejarnos sobreestimular? ¿O se la echamos toda a quien rebasó el vaso con la última gota?
»¿Qué hay de las situaciones en las que declaramos con rotundidad que algún estímulo (música, olor, decoración, comida) es sencillamente horrible? ¿Inaguantable? Bien, es nuestra opinión. Siempre es difícil entenderlo cuando los demás ni sienten ni piensan exactamente igual. Pero es el mismo problema que tienen los que no son sensibles con nosotros (sólo que ellos son mayoría). Podemos ser tan despiadados como ellos.
»De manera similar, si quieres evitar la irritación en casa, aprende a tolerar un poco de desorden e incomodidad por mor de los demás, o para que puedas relajarte y estar más tranquilo. Las personas son más importantes que las cosas. No ser tan escrupuloso te hará más humano ya que la mayoría de las personas no serán tan ordenadas, organizadas y cuidadosas como tú».
Podemos sentirnos frustrados por las expectativas
«Muchas personas altamente sensibles hacen silenciosamente su trabajo, esperando que los demás lo noten y los aprecien por ello. Esperando que el mundo sea justo. A veces funciona pero más a menudo no se produce el reconocimiento y otro que se hizo notar más recibe los elogios y el ascenso. Después, la persona altamente sensible se queda perpleja, se amarga y se vuelve cínica, quizá pasiva agresiva, llegando tarde al trabajo, etc. De forma que la sombra de tu modestia y trabajo concienzudo es tu creencia secreta de que deberías ser premiado.
»Así que tenemos que recordar que las personas que no son altamente sensibles no perciben las sutilezas. No responden a los indicios».
Podemos convertirnos en excéntricos y raros
«Podemos perder el contacto con la realidad si pasamos demasiado tiempo solos, protegiéndonos de la sobreestimulación. Tenemos que formar parte de la sociedad».
Termina Aron el artículo diciendo que es importante ser conscientes de nuestras sombras, a pesar de que algunas puedan resultar dolorosas. Conocer nuestras sombras nos convierte en personas más completas y más tolerantes con los demás.
(Extraído de The Shadow Side To High Sensitivity del sitio The Highly Sensitive Person.)
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