27 de julio de 2016

La envidia a los extrovertidos

¿Qué es lo que los introvertidos envidian de los extrovertidos?
  1. Que sean tan sociables, que estén tan relajados en grupo y con desconocidos. 
  2. La abundancia de sus emociones positivas, su alegría, euforia y entusiasmo. Sus ganas de conocer el mundo, de encontrar algo en común con los demás y de celebrarlo. 
  3. La aparente conexión directa que disfrutan con la gente y las cosas, mientras que los introvertidos tienden a retroceder lo necesario para interponer su subjetividad.
  4. Dado que los extrovertidos parecen más conectados con la realidad, se diría que son más efectivos, decididos y espontáneos. Se lanzan sobre las cosas y las hacen sin darles demasiadas vueltas.
Según Elaine Aron el antídoto contra la envidia es considerar a qué estarían los introvertidos dispuestos a renunciar con tal de convertirse en extrovertidos. Lo analiza para cada uno de los puntos anteriores.


La sociabilidad

Elaine Aron habla de sus experiencias como introvertida. A menudo ha observado con envidia a pequeños grupos de amigos obviamente extrovertidos, divirtiéndose por el mero hecho de estar juntos, bromeando y riéndose. Familias grandes que se juntan de picnic en un parque o en la playa y a las que se ve que lo pasan en grande. Y luego esos tipos que saben cómo manejarse, entran en un lugar e inmediatamente forman parte de la conversación.
«Envidio a mis compañeros de viaje extrovertidos que siempre están haciendo amigos. Terminan conociendo al del bar, al cocinero del restaurante, a los otros huéspedes. Están siempre intercambiando direcciones de correo y prometiéndose permanecer en contacto por algún interés común que han descubierto tras sólo cinco minutos de conversación. De vez en cuando me abro a un desconocido, especialmente si es el otro quien se aproxima a mí, y a menudo me siento bien cuando sucede. Pero nunca he aprendido a buscar estos contactos. No me gustan las casas de huéspedes si te obligan a sentarte con extraños en la misma mesa. No me gustan los hosteleros parlanchines (sólo muéstrame la habitación para que pueda cerrar la puerta y descansar). Pero a la vez pienso que sería bonito si fuera un poco más amigable.
»Luego están esas mujeres extrovertidas que se animan nada más saludarse. Entre ellas me siento como una máquina rígida, sin corazón. Si hacen un remake de El Mago de Oz yo puedo ser la mujer de hojalata. Me recuerda al instituto y la universidad, cuando las chicas se sentaban en el suelo para hablar de chicos. Yo estaba estudiando, tratando de ignorar sus carcajadas.
»Incluso envidio, supongo, todas esas fans que guardan cola y navegan entre multitudes porque quieren presenciar algo. ¿O es solamente la camadería con las demás fans lo que les gusta? Envidio a la gente que piensa que el mejor momento para ir a un centro comercial es cuando está lleno de compradores felices. Y a la gente que disfruta acudiendo a la convención nacional para mezclarse con multitudes de colegas. Y la gente que busca trabajos de cara al público, que parecen medrar con el sólo hecho de estar con otra gente todo el tiempo.
»Supongo que a los que más envidio es a esos que nunca se sienten solos porque tienen tantos amigos llamando continuamente en lugar de unos pocos amigos cercanos que no suelen estar disponibles porque ellos también son introvertidos. Los extrovertidos llaman a alguien y al momento están intercambiando intimidades. A mí ni siquiera me gusta hablar por teléfono.
»¿Suena todo esto muy triste? Bueno, la verdad es que apenas estoy en lugares en los que puedo ver estas cosas de manera que no siento la envidia muy a menudo. Quizá aparece cuando he estado demasiado tiempo escribiendo, sola, y empiezo a pensar en toda la gente que se lo está pasando en grande ahí afuera».
¿Qué hacer con toda esta envidia? Elaine Aron dice que, o bien te fuerzas a hacer eso que envidias para conseguirlo para ti mismo, o bien te enfrentas al hecho de que en realidad no quieres aquello que envidias o lo que lo acompaña, y de esta manera permites que la emoción desaparezca.
«Yo me he forzado a mí misma a unirme a grupos o conocer a desconocidos y he comprobado que puedo hacerlo. Pero después siempre me siento exhausta y más segura que nunca de que no quiero ser una extrovertida. Ni siquiera tengo que probar cómo me sientan las multitudes, los centros comerciales, las ferias, las convenciones o incluso pasar mucho tiempo al teléfono. No son para mí».
Elaine Aron llama la atención en este punto sobre la timidez. Porque una de las maneras de quitarse de encima la envidia es probar aquello que envidiamos para ver si realmente lo queremos. Pero, ¿y si la timidez nos lo impide?
«Muchos introvertidos son también tímidos, pero estas dos cosas no son lo mismo. La timidez es miedo a que los demás nos juzguen y nos encuentren sosos, inapropiados, poco atractivos o lo que sea. Si a menudo te sientes tímido (todo el mundo lo es a veces, según las circunstancias) necesitas tratarlo para que tengas la opción de elegir si quieres juntarte con grupos y conocer gente. Podrías incluso descubrir que eres extrovertido después de todo».
Dejando de lado el impedimento de una posible timidez, ¿realmente quieres ser más sociable? ¿Qué es lo que de verdad eliges hacer de forma habitual, lo que te sale de dentro? Elaine Aron explica su caso:
«Estoy segura de que no quiero ser una extrovertida porque elijo no serlo casi todos los días. Necesito mi tiempo en privado para hacer lo que más quiero, para reflexionar y para crear. Conozco a mucha gente creativa y extrovertida a la que envidio por su capacidad de colaborar en proyectos comunes. Pero para mí la creatividad es algo muy personal. Prefiero expresar mis propias ideas, por mi cuenta, lo cual requiere tiempo para leer, pensar, tener una idea y expresarla. Sí que quiero que mis ideas lleguen a los demás pero para ello necesito tiempo ininterrumpido para mí. Ésta es la manera introvertida que tengo yo de ayudar a los demás. De conectar de una manera profunda. La manera en la que los extrovertidos conectan con la gente sencillamente puede no ser tan satisfactoria para los introvertidos».

Las emociones positivas

La psicología habitual considera que los extrovertidos experimentan más emociones positivas que los introvertidos. Cientos de estudios parecen confirmar la asociación entre las emociones positivas y la extroversión.
«Bobadas. Esta idea me saca de quicio. No hay nada que envidiar. Los extrovetidos puede que sientan más excitación, euforia y todo eso pero los introvertidos sienten más otro tipo de emociones: satisfacción, contento, serenidad, gratitud, ironía y amor profundo. Existen investigaciones a las que nadie presta atención que muestran que las emociones positivas de un extrovertido pueden parecer incluso negativas a un introvertido (toda esa excitación y escándalo). Y al revés, que las emociones positivas de un introvertido puede parecer negativas a un extrovertido (demasiado aburrido). Pero dada la prevalencia de la cultura extrovertida, la sensación general es la de que solamente los extrovertidos viven emociones positivas».
Sucede que los extrovertidos neuróticos dicen sentirse extraordinariamente bien cuando corren de una actividad a otra, de una persona a otra, pero en su caso este orientarse hacia afuera es probablemente una defensa que les permite alejarse de lo que está sucediendo dentro de ellos. Por supuesto los introvertidos neuróticos tampoco sentirán sus emociones positivas (la calma, el amor profundo) pero, al contrario que los extrovertidos, parecerán infelices.
«La causa real de la envidia es que los extrovertidos parecen siempre felices mientras que los introvertidos no».
Y, al parecer, esta idea de que los extrovertidos son los que tienen todas las emociones positivas va a mantenerse en la sociedad durante un buen tiempo. Los sistemas más populares actualmente para determinar el grado de extroversión están basados en la observación de las emociones positivas, hasta qué punto estas personas parecen ser enérgicas y abiertas. Es decir, no se indaga en la manera en la que se comporta o piensa, sencillamente se mira si muestra o no emociones positivas. A Elaine Aron la exaspera esto.
«Debido a la envidia, ¿deberías tratar de sentir las emociones típicas de los extrovertidos? Podría ser bonito pero dudo que se pueda forzar, a pesar de los libros que hayas leído para ser más feliz o de los cursos a los que hayas asistido para pensar de manera positiva. Los introvertidos tendrán que contentarse con otros placeres, más tranquilos, a los que al parecer tendríamos que renunciar para abrazar el exultante modo extrovertido».

La conexión directa con el mundo

Los extrovertidos tendrían una experiencia más objetiva de la gente y de las cosas mientras que los introvertidos preferirían traer la experiencia hacia dentro de ellos obteniendo un conocimiento subjetivo de la misma.
«Claramente, este entusiasmo por la experiencia directa del mundo exterior podría ser algo perfectamente envidiable. Los introvertidos tenemos menos oportunidades de conocer las cosas de primera mano (menos contacto exterior) y además filtramos las cosas desde nuestra perspectiva personal de manera que quizá perdamos la realidad tal como es».
Sin embargo, según el eminente psiquiatra C. G. Jung, la percepción nunca es objetiva, ni siquiera para los extrovertidos. Siempre está coloreada por las experiencias y la perspectiva de cada persona. De hecho, Jung llama la atención de los que creen que ven la realidad en su más pura objetividad, los que se creen poseedores de los datos reales y por tanto de la verdad. La superioridad que otorga la sociedad a lo objetivo con respecto a lo subjetivo puede ser origen de grandes males.
«Jung dice que todo lo que conocemos es subjetivo porque lo recibimos a través de nuestra mente. Sí, la subjetividad puede distorsionar las cosas pero de igual manera los "hechos" se distorsionan por el mero acto de ser percibidos por alguien. Sin embargo, el conocimiento subjetivo se valora menos porque se considera que su única fuente es la experiencia personal. Pero, según Jung, parte de ese conocimiento subjetivo viene del subconsciente colectivo, el cual reside en nuestra mente en forma de arquetipos».
La cuestión es la siguiente: los seres humanos y otros animales inteligentes pueden aprender interactuando con el mundo objetivo pero algunas actitudes importantes, reacciones emocionales y comportamientos no han sido abandonados a su suerte, para que sean aprendidos de nuevo en cada generación. Éstos se traspasan genéticamente o culturalmente como modelos mentales abstractos para diferentes situaciones. Son los arquetipos, los modelos (tipos) viejos (arcaicos).
«Situaciones que manejamos, en parte, utilizando este conocimiento subjetivo o innato-abstracto: emparejarse, criar a los hijos, aparearse, evitar depredadores. El entorno cultural también tiene su influencia en la manera en la que hacemos estas cosas pero en cualquier caso hay cierto conocimiento de base que fue lo suficientemente importante para la supervivencia como para que se nos transmitiera de alguna manera. Esta información puede ser transmitida genéticamente como comportamiento programado o instinto (por ejemplo, el miedo a las serpientes, las arañas, las alturas y la sangre) o puede transmitirse culturalmente como tradición. En cualquier caso, los que no tienen que redescubrir este conocimiento en cada generación sobrevivirán mejor.
»Hasta que lo necesitemos, este tipo de conocimiento reside en el subconsciente, listo para activarse a causa de una situación y convertirse en una reacción emocional instintiva o en un comportamiento, o bien en un sueño, o simplemente una forma de actuar automática porque "así es como siempre se ha hecho". 
»Aunque este tipo de conocimiento es en buena medida subconsciente, no se reprime en el sentido freudiano. Éste es el punto en el que más diferían Jung y Freud. Jung pensaba que parte de subconsciente está sencillamente ahí, como el sótano de una casa. Y creía que los introvertidos tienen un mejor entendimiento de lo que hay allí abajo, lo cual influencia más el modo en el que entienden lo que ocurre en la planta principal. Es decir, el sótano es la influencia subjetiva sobre la percepción de la realidad ordinaria.
»Tanto la perspectiva subjetiva como la objetiva, introvertidos como extrovertidos, pueden equivocarse en un situación dada. Pero dado lo mucho que la ciencia objetiva o la observación de los hechos y el razonamiento sobre ellos gobierna nuestro comportamiento, este tipo de conocimiento necesita ser equilibrado por el subjetivo. Poner a un bebé en una mecedora mecánica durante horas puede de hecho hacerlo callar y sostenerle un biberón puede ser muy eficiente para alimentarlo. Pero la mayoría de las mujeres tienen un sentimiento innato que les dice que un niño debe ser calmado y alimentado, parte de tiempo al menos, manteniéndolo abrazado. 
»Idealmente todos deberíamos usar ambos tipos de conocimiento, el objetivo y el subjetivo. Ésta es la condición a envidiar, no la posesión de un estilo u otro. El problema es que en nuestra cultura mucha gente ha aprendido a considerar solamente los hechos y los datos, y probablemente deberían valorar y apoyarse más en lo subjetivo (intuiciones, sueños, sensaciones, instintos). 
»Y al mismo tiempo, los introvertidos también necesitan salir al mundo, observarlo e interactuar con él. Si no, advierte Jung, podemos convertirnos en excéntricos. Por lo tanto, en este caso es sabio emplear la envidia para salir afuera y observar también los hechos. Pero sin reemplazar completamente la interpretación intuitiva por otra objetiva, la cual aportan ya otros en abundancia».

Efectivos, eficientes y espontáneos
«Los extrovertidos, al estar tan bien conectados con lo que sucede y con los hechos objetivos de una situación, actúan a menudo de forma decidida, sin el apartarse típico de los introvertidos para reflexionar. Además, teniendo los hechos tan a mano, las acciones de los extrovertidos son a menudo más efectivas, o al menos lo parecen. Desde luego están mejor adaptados y son mejor aceptados entre los que los rodean. Por supuesto los introvertidos vemos todo esto con envidia.
»Jung advirtió de que el conocimiento subjetivo, basado como está en el subconsciente colectivo, "es tan universal y simbólico que primeramente tiene que ser asimilado al conocimiento del tiempo actual". Solamente entonces puede tener un valor práctico para la vida.
Es decir, hay que hacer un trabajo interpretativo de lo que sucede en la realidad con respecto al conocimiento proveniente del subconsciente. Hay que salir y ver lo que sucede, experimentarlo y después traducir esta información con ayuda de la intuición, los sueños, las sensaciones y los instintos. Solamente así nuestra perspectiva resultará práctica, para uno mismo y para los demás. Por ejemplo:
«Vemos una bosque como algo más que madera o un conjunto de árboles, un bebé como algo más que la reproducción de material genético. Estamos participando y por tanto conocemos los hechos objetivos, o al menos cómo los ven otros. El bosque es grande, propiedad de cierta persona y tiene un cierto precio. Pero luego nos describimos a nosotros mismos el valor subjetivo que tiene dicho bosque, es el tipo de lugar salvaje que los humanos necesitamos conservar para poder recuperar nuestra esencia cada vez que lo visitamos. Y lo hacemos entender así a los demás para que también lo valoren.
»¿Deberías desear ser más efectivo, eficiente y espontáneo? No estoy segura de que puedas, aunque los humanos nos podemos entrenarnos para todo. Pero en tal caso perderías tu punto de vista único sobre las cosas. Sí, definitivamente es una carga extra ser un introvertido además de ser altamente sensible. No somos tan sociables, efusivos, enrollaos, rápidos para responder o eficientes en el sentido usual. Pero la introversión existe porque tiene una función que beneficia a todos. Equilibra el conocimiento horizontal del vasto, visible, mundo objetivo actual con un acercamiento al subconsciente colectivo y recupera desde allí un conocimiento vertical tan viejo como la vida misma».

(Extraído de What to Do about Extravert Envy del sitio The Highly Sensitive Person.)

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