7 de septiembre de 2016

Acompañar a alguien que se está muriendo

«¿Estarías dispuesto a acompañar y a consolar en su lecho a una persona desconocida que se está muriendo?»
Es la pregunta que plantea Elaine Aron en este artículo. Al parecer era una de las que inicialmente barajó como posible integrante del test de la alta sensibilidad y que finalmente, por algún motivo, se quedó fuera. Pero ella cree que una persona altamente sensible sería más propensa a contestar afirmativamente y que la cuestión captura cosas importantes sobre nosotros.
«Aunque no todos los altamente sensibles se sentirán cómodos en esta situación. Además, si la persona que se muere es alguien muy especial (un hijo, la pareja) la experiencia dependerá más de cómo haya sido esa relación que de otra cosa. En cualquier caso tenemos tendencia a acompañar a los que se están muriendo.
»Supongo que la explicación se halla en parte en nuestra empatía. También en nuestra preferencia por las conversaciones profundas. Normalmente, con una persona que se muere, la cháchara desaparece, o al menos la persona que se va es lo que desearía. A veces quizá no lo sepa, pero aun así necesita que la cháchara termine. Los acompañantes nerviosos que no saben qué decir no callarán pero es la persona que puede profundizar la que es necesaria en ese momento.
»Creo que los altamente sensibles comprendemos algo que oí en un curso sobre cómo tratar estas situaciones: cada persona necesita que su muerte sea la suya propia, no una muerte de la que se apropien los demás. Es decir, a menudo se cree que se sabe cómo debería morir la persona: si debería o no reconciliarse con familiares enemistados, con sedación completa o no, con gente alrededor o sola, en casa o no, con oraciones, música o en silencio. Pero todas estas cosas solamente debe decidirlas el que se está yendo, y las personas altamente sensibles somos mucho mejores entendiendo esto y descubriendo qué es lo que realmente quiere.»
Elaine Aron se pregunta si este asunto no será un tanto morboso para un artículo.
«No creo que lo sea para los altamente sensibles. Nos atraen las profundidades del alma y los misterios de la vida y lo que hay más allá de la misma. Deseamos estar presentes. Tomar las manos, masajear los pies, escuchar la respiración y esperar a los momentos de consciencia y al deseo o pensamiento susurrado desde la frontera entre la vida y la muerte. No es que podamos aguantar horas y horas así, nadie puede. Pero a menudo sabemos cuándo es el momento de estar presentes y cuándo el momento de irnos a descansar y cómo conseguir que, aunque la persona muera antes de que la veamos de nuevo, no queden cosas importantes sin decir.
»Si aún no has tenido una experiencia semejante, algún día la tendrás, y entoncés sentirás tu extraña, sorprendente fuerza. He tratado de explicarla aquí, pero en realidad no puedo. Es sencillamente parte de lo que la mayoría de nosotros somos.»

(Extraído de HSPs Can Be Present With the Dying del sitio The Highly Sensitive Person.)

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