(Consulting with Your Wisest Self, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)
La versión infravalorada de ti mismo es solamente uno de muchos estados propios en los que nos podemos hallar. Por estado propio me refiero a la manera en la que pensamos o sentimos en una situación o en un rol determinado. Sigues siendo tú pero también te sientes casi como una persona diferente según el caso: cuando estás con tus padres a diferencia de cuando estás con tu mejor amigo, o cuando te ha parado la policía por exceso de velocidad, con tu jefe en el trabajo o cara a cara con la persona que más respetas.
Cambias tu ser dependiendo de la situación, pero ¿has pensado alguna vez en salir de tu ser infravalorado para sentirte mejor? Es bastante más sencillo que tratar de modificar el propio estado infravalorado, ya que éste es instintivo y sirve al propósito que describo en el libro The Undervalued Self. Los progresos en este sentido se producen cuando puedes comprobar que cada vez permaneces menos tiempo atrapado en un estado en el que subestimas tu verdadero valor. Puede ser difícil salir de allí, por supuesto, pero ésta es otra herramienta, una herramienta que no insiste en cambiar lo que no se deja cambiar tan fácilmente (el nivel de autoestima) sino en cambiar completamente de registro.
Como siempre digo, la mejor versión a la que cambiarse es la del ser que ama, que se vincula con los demás. Pero ¿qué hacer cuando estás solo entre gente que se comporta de modo competitivo y tienes problemas para concentrarte en aquéllos que te quieren pero no están a tu lado? En esos casos te podría ir mejor con tu ser más sabio. Pero tendrás que conocerlo mejor.
Esta parte de ti ha absorbido la sabiduría de aquéllos a los que especialmente respetas o admiras, quizá sin que te hayas dado cuenta de este proceso de aprendizaje. Quizá esta parte de ti también ha leído libros de autoayuda, escuchado alguna charla emotiva o a reflexionado sobre las cosas hasta un punto que el resto de tus seres olvidan. Probablemente ha experimentado algunos momentos de sabiduría importantes o se ha unido a prácticas espirituales para incrementar esos momentos. Hace todo esto porque sabe dónde está la sabiduría de este mundo y quiere absorberla y reflexionar sobre ella. Puede que incluso te sientas más en contacto con tu parte sabia cuando estás solo en la naturaleza, ya que la naturaleza tiene su propia profunda sabiduría de la que tú formas parte.
Si tuviera que definir la sabiduría en una sola frase, diría que es la capacidad de ver el plano general, contemplar la vista completa. Por ejemplo, cuando te sientes menospreciado por alguien, podrías tratar de ver las cosas desde la perspectiva de esa persona. Entender los motivos que hicieron de él semejante idiota. O recordar cómo gestionarían la situación las personas que admiras, o lo que te enseña el camino espiritual que sigues, o bien lo que importará este hecho en un año, en diez. Respecto a la sabiduría encontrada a través de la naturaleza, mira con detenimiento una hoja, el ojo de un animal, una llama, el agua que corre. Ofrecen su propia perspectiva de las cosas. De noche mira a las estrellas. Tú eres todo el universo, estás hecho de polvo de estrellas. Es el más amplio plano de todos.
Podría parecer que cuando de verdad has necesitado a tu ser más sabio, no podías encontrarlo. O quizá ni siquiera piensas que tienes uno. Pero ¿alguna vez has enseñado, aconsejado, consolado a otra persona? ¿Has respondido a la pregunta de un niño? He ahí tu ser más sabio, expresándose. Tu sabiduría nunca será perfecta. Pensar que lo es no sería sabio. Pero a veces sabes que debes recurrir a lo que tienes, por el bien de los demás.
Imagina a un joven desesperado que quiere morir. Se te ha dirigido a ti, buscando tu consuelo y consejo, necesita comprender que hay algún significado en la vida. ¿Qué es lo que le dirías? He ahí, tu ser más sabio.
Un compañero psicoterapeuta con muchos años de experiencia me dijo una vez que cuando tiene dudas sobre un caso a veces consulta a un colega, pero que muy a menudo primero se pregunta a sí mismo qué es lo que él diría si alguien le preguntara sobre el mismo, y que inmediatamente sabe la respuesta.
Te sugiero que prepares con decisión la consulta con tu ser más sabio. Siéntate delante del ordenador. Describe tu "caso". Luego pide ayuda a tu ser más sabio. Cuando comience a dictarte la respuesta, escríbela. Y respira con calma.
Altamente sensible
16 de octubre de 2016
12 de octubre de 2016
Dónde invertir
(Three Risk-Free, High-Yield Investments, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)
En estos tiempos inciertos todo el mundo quiere un lugar seguro donde invertir su tiempo y su energía, y por supuesto su dinero, si es que tiene alguno. Idealmente una inversión no solamente debe ser segura sino que ha de aumentar su valor, como cuando inviertes en tu propia educación o en una compañía en crecimiento. Aun así queremos ante todo que la inversión sea segura porque en estos tiempos tenemos ese acechante miedo a un colapso económico global o incluso al fin de la civilización tal y como la conocemos. La gente dice que el oro es lo mejor en estas situaciones. ¿Seguro? Siempre que me imagino saliendo a comprar algo con oro pienso en que alguien va a venir por detrás a robarme. Así que, ¿invierto en oro y en un arma? Yo desde luego no.
He aquí la primera de mis tres inversiones infalibles ante cualquier escenario futuro: psicología en profundidad. Trabajar con el alma. Aprender de tus sueños. Conocer tus complejos y tu sombra. La sabiduría es un recurso que nadie te puede quitar y no deja de aumentar de valor.
Tus sueños te dirán el "resto de la historia", información que necesitas para tomar las decisiones más importantes de la vida. Conocer tus complejos evita que hagas tonterías y que alejes de ti a la gente. Considera tu ser infravalorado como ejemplo de un complejo. Si te encuentras atrapado en él, subestimarás tu valor, no lo intentarás con cosas que de hecho podrías hacer bien, y no llegarás a hacerte amigo de gente a la que te gustaría conocer porque piensas que ellos no querrán conocerte. Si conoces tu sombra construirás una personalidad verdadera, íntegra, porque sabrás el mal que eres capaz de hacer. Qué podría ser más valioso que irte a dormir por la noche sabiendo que estás viviendo una vida con tanta integridad como es posible.
¿Colapso económico? ¿Fin del mundo? Hablarás y te comportarás de forma que atraerás a los demás. Querrán ayudarte porque te sienten como una persona valiosa a la que quieren tener cerca.
Segunda inversión: meditación. Cualquier creencia o práctica espiritual será útil en malos tiempos: rezo, contemplación, yoga, buenas obras, todas ellas excelentes. Pero también quieres acostumbrar a tu sistema nervioso a que se asiente en su estado más estable yendo allí diariamente y cambiando gradualmente la manera de funcionar de tu cerebro. Los métodos de meditación son diferentes, yo prefiero la Meditación Transcendental. Te aporta experiencias inmediatas del estado más profundo posible y cuando miras a la teoría que hay detrás ves que tiene sentido. Inviertes algo de dinero para aprender pero después ya no tienes que pagar de nuevo por el resto de tu vida. Veinte minutos dos veces al día es una inversión significativa de tiempo pero si lo practicas correctamente estarás deseando hacerlo. Es puro descanso. Muy bueno para tu salud. Clarifica tu mente haciéndote más eficiente. Y además los efectos se acumulan, especialmente tras haber participado en unos pocos retiros. Efectivamente, existen estados de consciencia más elevados, lo que se llama iluminación. Pero en términos más terrenales, yo he meditado durante 40 años. Me he hecho mayor pero también he notado que he ganado en lo que algunos llamarían juventud: más energía, productividad y sencillamente pura alegría. Todo aquel que se ha mantenido con ello reporta los mismos beneficios.
¿Colapso económico? ¿Fin del mundo? Nadie me puede robar mi sistema nervioso y si recibo el golpe del estrés entonces seré capaz de gestionar la situación con mayor ecuanimidad que aquéllos que no hayan invertido de esta manera.
Tercera inversión: amor. Tus relaciones cercanas. Éstas requieren la mayor inversión de tiempo, energía, habilidad y atención. Puede haber sufrimiento en el camino y pérdida al final. Así que necesitas a más de una persona cercana en tu vida. Pero qué recompensa, diaria, en todos los sentidos. La soledad te matará, lentamente pero de forma segura. ¿Fin del mundo? ¿Preferirías enfrentarte a ello solo o con alguien querido? Algunas personas que saltaron del infierno del World Trade Center el 11-S lo hicieron cogidas de la mano. Imagina: cogiéndote de las manos o no cogiéndote de las manos. Curioso, pero la diferencia es gigantesca, ¿no?
En estos tiempos inciertos todo el mundo quiere un lugar seguro donde invertir su tiempo y su energía, y por supuesto su dinero, si es que tiene alguno. Idealmente una inversión no solamente debe ser segura sino que ha de aumentar su valor, como cuando inviertes en tu propia educación o en una compañía en crecimiento. Aun así queremos ante todo que la inversión sea segura porque en estos tiempos tenemos ese acechante miedo a un colapso económico global o incluso al fin de la civilización tal y como la conocemos. La gente dice que el oro es lo mejor en estas situaciones. ¿Seguro? Siempre que me imagino saliendo a comprar algo con oro pienso en que alguien va a venir por detrás a robarme. Así que, ¿invierto en oro y en un arma? Yo desde luego no.
He aquí la primera de mis tres inversiones infalibles ante cualquier escenario futuro: psicología en profundidad. Trabajar con el alma. Aprender de tus sueños. Conocer tus complejos y tu sombra. La sabiduría es un recurso que nadie te puede quitar y no deja de aumentar de valor.
Tus sueños te dirán el "resto de la historia", información que necesitas para tomar las decisiones más importantes de la vida. Conocer tus complejos evita que hagas tonterías y que alejes de ti a la gente. Considera tu ser infravalorado como ejemplo de un complejo. Si te encuentras atrapado en él, subestimarás tu valor, no lo intentarás con cosas que de hecho podrías hacer bien, y no llegarás a hacerte amigo de gente a la que te gustaría conocer porque piensas que ellos no querrán conocerte. Si conoces tu sombra construirás una personalidad verdadera, íntegra, porque sabrás el mal que eres capaz de hacer. Qué podría ser más valioso que irte a dormir por la noche sabiendo que estás viviendo una vida con tanta integridad como es posible.
¿Colapso económico? ¿Fin del mundo? Hablarás y te comportarás de forma que atraerás a los demás. Querrán ayudarte porque te sienten como una persona valiosa a la que quieren tener cerca.
Segunda inversión: meditación. Cualquier creencia o práctica espiritual será útil en malos tiempos: rezo, contemplación, yoga, buenas obras, todas ellas excelentes. Pero también quieres acostumbrar a tu sistema nervioso a que se asiente en su estado más estable yendo allí diariamente y cambiando gradualmente la manera de funcionar de tu cerebro. Los métodos de meditación son diferentes, yo prefiero la Meditación Transcendental. Te aporta experiencias inmediatas del estado más profundo posible y cuando miras a la teoría que hay detrás ves que tiene sentido. Inviertes algo de dinero para aprender pero después ya no tienes que pagar de nuevo por el resto de tu vida. Veinte minutos dos veces al día es una inversión significativa de tiempo pero si lo practicas correctamente estarás deseando hacerlo. Es puro descanso. Muy bueno para tu salud. Clarifica tu mente haciéndote más eficiente. Y además los efectos se acumulan, especialmente tras haber participado en unos pocos retiros. Efectivamente, existen estados de consciencia más elevados, lo que se llama iluminación. Pero en términos más terrenales, yo he meditado durante 40 años. Me he hecho mayor pero también he notado que he ganado en lo que algunos llamarían juventud: más energía, productividad y sencillamente pura alegría. Todo aquel que se ha mantenido con ello reporta los mismos beneficios.
¿Colapso económico? ¿Fin del mundo? Nadie me puede robar mi sistema nervioso y si recibo el golpe del estrés entonces seré capaz de gestionar la situación con mayor ecuanimidad que aquéllos que no hayan invertido de esta manera.
Tercera inversión: amor. Tus relaciones cercanas. Éstas requieren la mayor inversión de tiempo, energía, habilidad y atención. Puede haber sufrimiento en el camino y pérdida al final. Así que necesitas a más de una persona cercana en tu vida. Pero qué recompensa, diaria, en todos los sentidos. La soledad te matará, lentamente pero de forma segura. ¿Fin del mundo? ¿Preferirías enfrentarte a ello solo o con alguien querido? Algunas personas que saltaron del infierno del World Trade Center el 11-S lo hicieron cogidas de la mano. Imagina: cogiéndote de las manos o no cogiéndote de las manos. Curioso, pero la diferencia es gigantesca, ¿no?
9 de octubre de 2016
Más reflexiones en torno a la herida sin nombre
(More Thoughts on the Wound with No Name -First Aid, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)
"La herida sin nombre" es mi entrada favorita en este blog (Attending to the Undervalued Self, en Psychology Today), quizá porque por la cantidad de comentarios que ha recibido puedo ver cuánta gente se ha sentido conmovida al leerla, o porque expresa algo sobre quién era yo antes de recibir la ayuda adecuada.
Naturaleza y aprendizaje, genes y ambiente: los dos componentes de nuestro bienestar emocional. Cuando hablo de ayudar a las personas altamente sensibles, hablo de genes. Pero estoy igualmente dedicada a la parte aprendida, a aquellas personas dañadas tempranamente por su entorno. (De ahí el libro The Undervalued Self, que pretende reproducir el proceso de una terapia profunda y de calidad para aquellos que no puedan acceder a una.) Por supuesto, la combinación de la alta sensibilidad con un entorno difícil en la niñez es la más difícil de todas de sanar, aunque los altamente sensibles aparentemente son capaces de beneficiarse más de cualquier buena ayuda que reciban de adultos, así como de las cosas buenas que vivieron durante su niñez.
Algunas personas desearían que dijera algo más sobre qué hacer con esta herida. Escribí un párrafo sobre esto en el post (reproducido debajo) pero me doy cuenta de que es desalentador ya que enfatiza el hecho de que no hay respuestas sencillas.
Primero, a mí personalmente, me ha venido muy bien practicar la Meditación Trascendental. Los estudios han demostrado que ayuda con la depresión, la ansiedad y similares, a algunas personas más que a otras. Otras formas de meditación también ayudan y hablo de las diferencias entre ellas en otros posts en este mismo blog. Parte de mi preferencia por la Meditación Transcendental es debida a que no requiere esfuerzo. Lo último que necesita alguien deprimido es algo que requiera esfuerzo porque se percibe como trabajo y puede que se sienta demasiado cansado o desalentado para tomarse la molestia, o tema que no lo está haciendo suficientemente bien.
He practicado Meditación Trascendental durante 44 años, sin saltármelo casi nunca, porque es tan reparador. Haces lo necesario para sentirte cómodo. Si tienes sueño se te dice que duermas puesto que eso es lo que necesitas en ese momento. Para mí es como una manta familiar, suave y confortable que me echo encima dos veces al día, a veces sintiéndome "feliz", incluso si me siento abatida al mismo tiempo. Es extraño.
Una nota sobre la espiritualidad: aunque hoy en día la meditación transcendental se describe como una técnica mental, no deja de ser una forma de meditación y la meditación a menudo se asocia con la espiritualidad. Las filosofías y prácticas espirituales suelen estár diseñadas para ayudarnos con las peores heridas de la vida: el mal (negligencia, abandono, traición, crueldad, codicia, etcétera) más la pérdida y la muerte. Pero hay razones para tener cuidado. Los que tuvieron una niñez problemática son especialmente propensos a seguir un método o profesor que prometen ayudarles a superar el problema rápidamente elevándose por encima del mismo. En mi opinión, una vida, y una herida de vida, necesita ser abordada en tres niveles diferentes:
Segundo consejo: piensa con cuidado con quién te comparas. Según atraviesas la veintena, la treintena y más ves a tus pares haciendo las cosas normales según el programa previsto. Tú no estás en el programa previsto; no es justo que te compares con ellos. Tu situación no es culpa tuya. Sí, tienes la responsabilidad de hacer algo al respecto pero no eres responsable de lo que ha pasado o cómo ha cambiado el curso de tu vida.
Tercero, para ayudar a que te compares con la gente adecuada, me gustaría que pudieras conocer a algunos otros con dificultades parecidas (depresión, ansiedades, timidez, adicciones), quizá como los alcohólicos se encuentran entre ellos en Alcohólicos Anónimos. Sé que hay grupos de apoyo y encuentros para diferentes cosas y puede que puedas encontrar alguno, aunque parezca complicado. Es verdad, las personas heridas pueden ser tímidas o estar a la defensiva, no es una compañía sencilla. Algunos han sido víctimas de un terrible abuso verbal y por tanto es difícil para ellos no echar mano de ello cuando se sienten avergonzados. De cualquier forma, conocer a otras personas como tú, de una manera más profunda, creo que puede ayudar.
Cuarto, usa tu talento, cualquiera que sea y sin que importe si es escaso. Todo el mundo tiene algún pequeño talento, aunque sea fregando bien los platos. Como ya he mencionado, no puedes compararte con aquellos que son más talentosos, sea tocando un instrumento o entreteniendo a los niños. Pero cuando estamos usando un talento nos estamos concentrando en algo, lo cual es algo como un antidepresivo en el sentido de que estimulamos al cerebro a hacer algo además de concentrarse en su herida. De hecho, utilizar el lado izquierdo del cerebro (que no siempre es lo mismo que utilizar un talento) puede hacerte salir del lado derecho del cerebro, que es donde las emociones, incluidas las negativas, tienden a procesarse. Trata de leer algo que no es ficción y que tenga algo de reto y de interesante para ti, o cualquier otra cosa que enganche tu lado izquierdo.
Quinto, hay muchos estudios que recomiendan a los deprimidos ayudar a otras personas. Sin embargo soy reacia a recomendar esto porque implica dificultades tales como simplemente salir e interactuar con gente nueva. A veces es una pequeña dosis de cura la que proporciona ayudar de una manera sencilla, como por ejemplo ayudar con el equipaje de alguien que va cargado.
En última instancia, necesitarás encontrar significado en tu sufrimiento, y a veces puede ser ayudando a otros con los mismos problemas, probablemente en un lugar informal como un grupo de ayuda o escribiendo comentarios en un blog como éste. A veces es como si, al atravesar las experiencias más duras, estuviéramos entendiendo lo que está pasando. Cuando entendemos lo que ocurrió, hemos pasado a bachillerato. Después pasamos a la universidad, en caso de que intentemos curarnos. Finalmente, quizá alcancemos una situación en la que estemos listos para ayudar a otros con el mismo problema, no necesariamente de una manera profesional, sino sencillamente permaneciendo allí con la sabiduría adquirida sobre cómo afrontarlo.
Es mi consejo final de primeros auxilios. Como cuando alguien está practicando los primeros auxilios en otro, una presencia sabia y compasiva es lo que más importa. Por favor, sé compasivo contigo mismo.
"La herida sin nombre" es mi entrada favorita en este blog (Attending to the Undervalued Self, en Psychology Today), quizá porque por la cantidad de comentarios que ha recibido puedo ver cuánta gente se ha sentido conmovida al leerla, o porque expresa algo sobre quién era yo antes de recibir la ayuda adecuada.
Naturaleza y aprendizaje, genes y ambiente: los dos componentes de nuestro bienestar emocional. Cuando hablo de ayudar a las personas altamente sensibles, hablo de genes. Pero estoy igualmente dedicada a la parte aprendida, a aquellas personas dañadas tempranamente por su entorno. (De ahí el libro The Undervalued Self, que pretende reproducir el proceso de una terapia profunda y de calidad para aquellos que no puedan acceder a una.) Por supuesto, la combinación de la alta sensibilidad con un entorno difícil en la niñez es la más difícil de todas de sanar, aunque los altamente sensibles aparentemente son capaces de beneficiarse más de cualquier buena ayuda que reciban de adultos, así como de las cosas buenas que vivieron durante su niñez.
Algunas personas desearían que dijera algo más sobre qué hacer con esta herida. Escribí un párrafo sobre esto en el post (reproducido debajo) pero me doy cuenta de que es desalentador ya que enfatiza el hecho de que no hay respuestas sencillas.
Las reparaciones rápidas no funcionan cuando el daño es profundo. Una terapia corta puede aliviar síntomas, pero en el largo plazo no sirve de mucho. La gente con estos antecedentes ha desarrollado una defensa psicológica primitiva: el protector-perseguidor (lo describo en el libro The Undervalued Self). Su objetivo es "nunca jamás". Nada de crecer, de cambiar, ni de cercanía a los demás: podría significar encontrarse de nuevo con el insoportable dolor del rechazo en la niñez. Años y años de terapia pueden ayudar, si se acude al terapeuta adecuado, pero pocos pueden permitírselo.Incluso cuando alguien con una herida profunda describe una transformación maravillosa, a menudo ha sido consecuencia de años y años de lucha y de trabajo interior. Y aun así, ¿existe algo parecido a los primeros auxilios o alguna forma de acercarse al lento trabajo de la autoexploración y a la ayuda de la terapia profunda con un terapeuta realmente bueno?
Primero, a mí personalmente, me ha venido muy bien practicar la Meditación Trascendental. Los estudios han demostrado que ayuda con la depresión, la ansiedad y similares, a algunas personas más que a otras. Otras formas de meditación también ayudan y hablo de las diferencias entre ellas en otros posts en este mismo blog. Parte de mi preferencia por la Meditación Transcendental es debida a que no requiere esfuerzo. Lo último que necesita alguien deprimido es algo que requiera esfuerzo porque se percibe como trabajo y puede que se sienta demasiado cansado o desalentado para tomarse la molestia, o tema que no lo está haciendo suficientemente bien.
He practicado Meditación Trascendental durante 44 años, sin saltármelo casi nunca, porque es tan reparador. Haces lo necesario para sentirte cómodo. Si tienes sueño se te dice que duermas puesto que eso es lo que necesitas en ese momento. Para mí es como una manta familiar, suave y confortable que me echo encima dos veces al día, a veces sintiéndome "feliz", incluso si me siento abatida al mismo tiempo. Es extraño.
Una nota sobre la espiritualidad: aunque hoy en día la meditación transcendental se describe como una técnica mental, no deja de ser una forma de meditación y la meditación a menudo se asocia con la espiritualidad. Las filosofías y prácticas espirituales suelen estár diseñadas para ayudarnos con las peores heridas de la vida: el mal (negligencia, abandono, traición, crueldad, codicia, etcétera) más la pérdida y la muerte. Pero hay razones para tener cuidado. Los que tuvieron una niñez problemática son especialmente propensos a seguir un método o profesor que prometen ayudarles a superar el problema rápidamente elevándose por encima del mismo. En mi opinión, una vida, y una herida de vida, necesita ser abordada en tres niveles diferentes:
- La espiritual y trascendental
- La anclada en la realidad de intentar vivir una vida plena y productiva, y en especial a desarrollar fuertes vínculos sociales
- El duro y profundo trabajo interior asociado con síntomas, complejos y sueños. A menudo es a este nivel donde la mayor sanación puede ocurrir, lo cual permite florecera las otras dos.
Segundo consejo: piensa con cuidado con quién te comparas. Según atraviesas la veintena, la treintena y más ves a tus pares haciendo las cosas normales según el programa previsto. Tú no estás en el programa previsto; no es justo que te compares con ellos. Tu situación no es culpa tuya. Sí, tienes la responsabilidad de hacer algo al respecto pero no eres responsable de lo que ha pasado o cómo ha cambiado el curso de tu vida.
Tercero, para ayudar a que te compares con la gente adecuada, me gustaría que pudieras conocer a algunos otros con dificultades parecidas (depresión, ansiedades, timidez, adicciones), quizá como los alcohólicos se encuentran entre ellos en Alcohólicos Anónimos. Sé que hay grupos de apoyo y encuentros para diferentes cosas y puede que puedas encontrar alguno, aunque parezca complicado. Es verdad, las personas heridas pueden ser tímidas o estar a la defensiva, no es una compañía sencilla. Algunos han sido víctimas de un terrible abuso verbal y por tanto es difícil para ellos no echar mano de ello cuando se sienten avergonzados. De cualquier forma, conocer a otras personas como tú, de una manera más profunda, creo que puede ayudar.
Cuarto, usa tu talento, cualquiera que sea y sin que importe si es escaso. Todo el mundo tiene algún pequeño talento, aunque sea fregando bien los platos. Como ya he mencionado, no puedes compararte con aquellos que son más talentosos, sea tocando un instrumento o entreteniendo a los niños. Pero cuando estamos usando un talento nos estamos concentrando en algo, lo cual es algo como un antidepresivo en el sentido de que estimulamos al cerebro a hacer algo además de concentrarse en su herida. De hecho, utilizar el lado izquierdo del cerebro (que no siempre es lo mismo que utilizar un talento) puede hacerte salir del lado derecho del cerebro, que es donde las emociones, incluidas las negativas, tienden a procesarse. Trata de leer algo que no es ficción y que tenga algo de reto y de interesante para ti, o cualquier otra cosa que enganche tu lado izquierdo.
Quinto, hay muchos estudios que recomiendan a los deprimidos ayudar a otras personas. Sin embargo soy reacia a recomendar esto porque implica dificultades tales como simplemente salir e interactuar con gente nueva. A veces es una pequeña dosis de cura la que proporciona ayudar de una manera sencilla, como por ejemplo ayudar con el equipaje de alguien que va cargado.
En última instancia, necesitarás encontrar significado en tu sufrimiento, y a veces puede ser ayudando a otros con los mismos problemas, probablemente en un lugar informal como un grupo de ayuda o escribiendo comentarios en un blog como éste. A veces es como si, al atravesar las experiencias más duras, estuviéramos entendiendo lo que está pasando. Cuando entendemos lo que ocurrió, hemos pasado a bachillerato. Después pasamos a la universidad, en caso de que intentemos curarnos. Finalmente, quizá alcancemos una situación en la que estemos listos para ayudar a otros con el mismo problema, no necesariamente de una manera profesional, sino sencillamente permaneciendo allí con la sabiduría adquirida sobre cómo afrontarlo.
Es mi consejo final de primeros auxilios. Como cuando alguien está practicando los primeros auxilios en otro, una presencia sabia y compasiva es lo que más importa. Por favor, sé compasivo contigo mismo.
5 de octubre de 2016
Luchando con la ansiedad y la depresión
(Post de invitado en el blog de Elaine Aron a cargo de Spencer Koffman, 4 Allies and Too Anxious Beat 1 Shade of Gray, traducido del sitio Psychology Today.)
Crecí como un chico altamente sensible en una familia ruidosa, caótica. Me sentía ansioso y deprimido. Me retiraba a mi cuarto y cerraba la puerta. Para cuando llegué a la adolescencia ya había dejado el deporte, las lecciones de guitarra y otras muchas actividades sociales. Si me aventuraba fuera de mi cuarto sonaban las alarmas de peligro así que le cogí el gusto al silencio de mi espacio seguro. Mi imaginación deambulaba libre mientras que mi vida social permanecía bajo arresto domiciliario.
Éste fue el comienzo de la dictadura en mi psique. La ansiedad y la depresión se juntaron en una formidable coalición, gobernando de forma que se aseguraban que nadie más tuviera derecho alguno. Parecía que no tenía elección, los dos dictadores lo abarcaban todo.
La ansiedad y la depresión formaban un dúo amenazante. Experimentaba la depresión como una fuerza en la parte de atrás de la cabeza que empujaba mi cara hacia el suelo. Como inclinándome ante un poder superior, me rendí a él y me desarmó extrayéndome toda la energía vital. La depresión me coloreó la vida con una sombra gris, me absorbió toda esperanza. En las raras ocasiones que me forzaba a salir a pesar del agarre de la depresión, la ansiedad tomaba el relevo y me tiranizaba. La ansiedad agitaba mi estómago nervioso en un ácido fermento. Después de encontrarme con la ansiedad unas pocas veces, el "yo me voy de aquí" se convirtió en mi modo de vivir.
Los poderes gemelos de la ansiedad y la depresión habían ganado. No tuve que elegir, ellas lo hicieron por mí. Su mayor victoria fue cortar todo vínculo con mis deseos. Mis deseos no se estaban cumpliendo. Más que sufrir una continua decepción, después de tantas veces de no cumplir con mis necesidades, dejé de desear. Ya no estaba en contacto con lo que quería. Esto no era como el estado de desapego de un budista iluminado. Era una supresión defensiva de mi energía vital.
Me rendí, pero incluso éso no fue una elección. Sería más apropiado decir "se produjo mi rendición". Respecto al deseo se puede decir que nunca tuve una oportunidad. La ansiedad y la depresión eran demasiado poderosas.
Han pasado muchos años. He aprendido unas pocas cosas que me gustaría compartir con vosotros. Incluso si lo específico de lo que me ha ayudado a mí no funciona en vuestro caso, quizá algo acerca de mi lucha pueda llegaros o bien plantar unas pocas semillas de esperanza.
Como en toda buena historia de lucha contra el malvado villano, yo también me encontré con algunos aliados en el camino. Mi primer aliado fue la Justicia. Tenía el sentido feroz de que la vida debería ser justa. Toda mi vida había escuchado "la vida no es justa", pero dentro de mí tenía un Martin Luther King que claramente vio la desigualdad de poderes, estaba ofendido por la injusticia y se puso del lado del oprimido contra los opresores. Esto era cierto también en el caso de mi lucha interior contra la tiranía de la ansiedad y la depresión.
La ansiedad y la depresión eran tipos duros. Mi aliado Justicia no era lo suficientemente fuerte como para superarlos por su cuenta, de forma que seguí caminando.
El siguiente aliado con el que me encontré fue la Curiosidad. Debido al confinamiento al que me había condenado la pareja de dictadores, tenía bastante tiempo para reflexionar. Mi curiosidad no tenía límites y entraba en territorios prohibidos. Imaginé una vida más satisfactoria, fantaseaba con métodos para derrotar al enemigo y me preguntaba por qué mi enemigo existía.
La curiosidad me presentó a mi tercer aliado, el Plano General. El plano general me proporcionó una perspectiva amplia del papel que desempeñan la ansiedad y la depresión en este drama arquetípico. De repente, ya no estaba en la aventura del héroe que se enfrenta a un monstruo malvado. Más bien, mi sombra estaba tratando de ayudarme.
La ansiedad y la depresión no trataban de hacerme daño, solamente intentaban mantenerme a salvo. Había sobrevivido a unas cuantas heridas traumáticas en la infancia. Había aprendido muy temprano que el mundo es un lugar extremadamente peligroso. La ansiedad y la depresión cumplieron con su deber haciendo lo que podían para protegerme del daño, aunque su sobreprotección me convirtiera en un niño burbuja.
Desafortunadamente el conocimiento adquirido de mis aliados me sirvió de poco para cambiar mi vida. La ansiedad y la depresión se habían convertido en parte de la arquitectura de mi psique. No era fácil cambiar. Sin flexibilidad por su parte, la ansiedad y la depresión no respondían a lo que había comprendido y por tanto no estaban por la labor de renunciar a su posición de poder.
Así que la Curiosidad empezó a trabajar horas extras. La reflexión me enseñó que mi ansiedad era una alarma de peligro programada para activarse con la más ligera provocación. La alarma se disparaba cuando había peligro pero también cuando no lo había. Hubiera deseado reajustarla para que solamente señalara situaciones reales de peligro, pero el programa estaba escrito directamente en la circuitería del cerebro. No tenía acceso al mismo para cambiar los parámetros.
Tenía una alarma descalibrada tomando las decisiones importantes de mi vida por mí. Quería tener alguna opción, quería que me devolvieran mi vida.
Que entre mi último aliado: la Muerte. La muerte es la gran profesora y es una pariente cercana del Plano General, sólo que lleva un atuendo más impactante. La Muerte pone la vida en perspectiva. La Muerte hace que el tiempo sea real. La Muerte es como estar en un hotel que no pone una hora de salida. Sabes que va a terminar, sólo que no sabes exactamente cuándo.
La Muerte vino a mí en forma de la muerte de amigos queridos. Mientras escribo esto algunos ya se han ido y otros se irán pronto. Y yo, también, algún día me habré ido. Y eso me despertó. Tontamente había pensado que tenía mucho tiempo, pero no lo tengo. (Incluso si ésta es una reencarnación entre muchas otras, es la única en la que he sido el que soy.) Si estoy aquí para algo (para amar, para expresar, para ayudar), es ahora el momento.
Nunca sentí que tenía opción alguna. Parecía que la depresión y la ansiedad estaban totalmente al mando. Pero tengo una opción. Puedo elegir la ansiedad en lugar de la depresión.
La depresión es la configuración por defecto. La depresión es una minimuerte, me mantiene a salvo quitándome la energía y la esperanza. Pero puedo actuar a pesar de la depresión. Aventurándome fuera del ataúd de la depresión abro las compuertas de la ansiedad.
Con el tiempo, he descubierto que soy capaz de tolerar más ansiedad de lo que previamente me había parecido posible. Normalmente la ansiedad es una falsa alarma. Es una sirena chirriante que instintivamente me hace retirarme al sueño adormecedor de la depresión. Pero elijo ansiedad en lugar de depresión. Elijo vivir mi vida y tolerar la incomodidad de la ansiedad.
Por ejemplo, había una conferencia a la que quería asistir. Estaba teniendo ansiedad antes de acudir. Mucha ansiedad. Sabía que si asistía, podría simplemente sentarme en la parte de atrás y escuchar. No se me requería nada más (nada de socializar). No había un peligro real pero estaba extremadamente nervioso. Antes que quedarme en casa sentado y lamentar habérmelo perdido, apliqué lo que había aprendido. Decidí ir y tolerar mi ansiedad. Sabía que tendría mucha ansiedad y que sería doloroso, pero también sabía (por experiencia) que puedo permanecer con mi ansiedad y tolerarla. Fui, y tuve un montón de ansiedad. A veces remitía, pero no se fue. Lo importante es que no me escapé. Reivindiqué esta pequeña victoria como mía. La conferencia fue decepcionante pero yo actué con coraje.
Éste es un proceso en marcha, pero el hecho de que lo considere un proceso ha sido un buen cambio en mi vida. Antes, estaba en una estructura rígida. Ahora hay movimiento, algo vivo puede suceder.
No es fácil, y no estoy libre de la ansiedad. (Por cierto, no estoy en contra de la medicación, es solamente que en mi caso no ha funcionado.) Al elegir la ansiedad he tenido más éxito con cambios en mi vida relacionados con amistades, socialización y carrera profesional, que en lo que respecta al amor. Mi vida es un trabajo en curso.
Lo que he compartido es la cruda realidad. Creo que por eso (a veces) funciona. Lucho con mi sombra. Por ello quizá no funcione en vuestro caso. Es la lucha de mi vida, no una fórmula de autoayuda para curar a todo el mundo. Pero espero que te inspire a que des un paso. Después de todo, nunca sabes qué aliado puedes encontrarte cuando te pones en camino.
Crecí como un chico altamente sensible en una familia ruidosa, caótica. Me sentía ansioso y deprimido. Me retiraba a mi cuarto y cerraba la puerta. Para cuando llegué a la adolescencia ya había dejado el deporte, las lecciones de guitarra y otras muchas actividades sociales. Si me aventuraba fuera de mi cuarto sonaban las alarmas de peligro así que le cogí el gusto al silencio de mi espacio seguro. Mi imaginación deambulaba libre mientras que mi vida social permanecía bajo arresto domiciliario.
Éste fue el comienzo de la dictadura en mi psique. La ansiedad y la depresión se juntaron en una formidable coalición, gobernando de forma que se aseguraban que nadie más tuviera derecho alguno. Parecía que no tenía elección, los dos dictadores lo abarcaban todo.
La ansiedad y la depresión formaban un dúo amenazante. Experimentaba la depresión como una fuerza en la parte de atrás de la cabeza que empujaba mi cara hacia el suelo. Como inclinándome ante un poder superior, me rendí a él y me desarmó extrayéndome toda la energía vital. La depresión me coloreó la vida con una sombra gris, me absorbió toda esperanza. En las raras ocasiones que me forzaba a salir a pesar del agarre de la depresión, la ansiedad tomaba el relevo y me tiranizaba. La ansiedad agitaba mi estómago nervioso en un ácido fermento. Después de encontrarme con la ansiedad unas pocas veces, el "yo me voy de aquí" se convirtió en mi modo de vivir.
Los poderes gemelos de la ansiedad y la depresión habían ganado. No tuve que elegir, ellas lo hicieron por mí. Su mayor victoria fue cortar todo vínculo con mis deseos. Mis deseos no se estaban cumpliendo. Más que sufrir una continua decepción, después de tantas veces de no cumplir con mis necesidades, dejé de desear. Ya no estaba en contacto con lo que quería. Esto no era como el estado de desapego de un budista iluminado. Era una supresión defensiva de mi energía vital.
Me rendí, pero incluso éso no fue una elección. Sería más apropiado decir "se produjo mi rendición". Respecto al deseo se puede decir que nunca tuve una oportunidad. La ansiedad y la depresión eran demasiado poderosas.
Han pasado muchos años. He aprendido unas pocas cosas que me gustaría compartir con vosotros. Incluso si lo específico de lo que me ha ayudado a mí no funciona en vuestro caso, quizá algo acerca de mi lucha pueda llegaros o bien plantar unas pocas semillas de esperanza.
Como en toda buena historia de lucha contra el malvado villano, yo también me encontré con algunos aliados en el camino. Mi primer aliado fue la Justicia. Tenía el sentido feroz de que la vida debería ser justa. Toda mi vida había escuchado "la vida no es justa", pero dentro de mí tenía un Martin Luther King que claramente vio la desigualdad de poderes, estaba ofendido por la injusticia y se puso del lado del oprimido contra los opresores. Esto era cierto también en el caso de mi lucha interior contra la tiranía de la ansiedad y la depresión.
La ansiedad y la depresión eran tipos duros. Mi aliado Justicia no era lo suficientemente fuerte como para superarlos por su cuenta, de forma que seguí caminando.
El siguiente aliado con el que me encontré fue la Curiosidad. Debido al confinamiento al que me había condenado la pareja de dictadores, tenía bastante tiempo para reflexionar. Mi curiosidad no tenía límites y entraba en territorios prohibidos. Imaginé una vida más satisfactoria, fantaseaba con métodos para derrotar al enemigo y me preguntaba por qué mi enemigo existía.
La curiosidad me presentó a mi tercer aliado, el Plano General. El plano general me proporcionó una perspectiva amplia del papel que desempeñan la ansiedad y la depresión en este drama arquetípico. De repente, ya no estaba en la aventura del héroe que se enfrenta a un monstruo malvado. Más bien, mi sombra estaba tratando de ayudarme.
La ansiedad y la depresión no trataban de hacerme daño, solamente intentaban mantenerme a salvo. Había sobrevivido a unas cuantas heridas traumáticas en la infancia. Había aprendido muy temprano que el mundo es un lugar extremadamente peligroso. La ansiedad y la depresión cumplieron con su deber haciendo lo que podían para protegerme del daño, aunque su sobreprotección me convirtiera en un niño burbuja.
Desafortunadamente el conocimiento adquirido de mis aliados me sirvió de poco para cambiar mi vida. La ansiedad y la depresión se habían convertido en parte de la arquitectura de mi psique. No era fácil cambiar. Sin flexibilidad por su parte, la ansiedad y la depresión no respondían a lo que había comprendido y por tanto no estaban por la labor de renunciar a su posición de poder.
Así que la Curiosidad empezó a trabajar horas extras. La reflexión me enseñó que mi ansiedad era una alarma de peligro programada para activarse con la más ligera provocación. La alarma se disparaba cuando había peligro pero también cuando no lo había. Hubiera deseado reajustarla para que solamente señalara situaciones reales de peligro, pero el programa estaba escrito directamente en la circuitería del cerebro. No tenía acceso al mismo para cambiar los parámetros.
Tenía una alarma descalibrada tomando las decisiones importantes de mi vida por mí. Quería tener alguna opción, quería que me devolvieran mi vida.
Que entre mi último aliado: la Muerte. La muerte es la gran profesora y es una pariente cercana del Plano General, sólo que lleva un atuendo más impactante. La Muerte pone la vida en perspectiva. La Muerte hace que el tiempo sea real. La Muerte es como estar en un hotel que no pone una hora de salida. Sabes que va a terminar, sólo que no sabes exactamente cuándo.
La Muerte vino a mí en forma de la muerte de amigos queridos. Mientras escribo esto algunos ya se han ido y otros se irán pronto. Y yo, también, algún día me habré ido. Y eso me despertó. Tontamente había pensado que tenía mucho tiempo, pero no lo tengo. (Incluso si ésta es una reencarnación entre muchas otras, es la única en la que he sido el que soy.) Si estoy aquí para algo (para amar, para expresar, para ayudar), es ahora el momento.
Nunca sentí que tenía opción alguna. Parecía que la depresión y la ansiedad estaban totalmente al mando. Pero tengo una opción. Puedo elegir la ansiedad en lugar de la depresión.
La depresión es la configuración por defecto. La depresión es una minimuerte, me mantiene a salvo quitándome la energía y la esperanza. Pero puedo actuar a pesar de la depresión. Aventurándome fuera del ataúd de la depresión abro las compuertas de la ansiedad.
Con el tiempo, he descubierto que soy capaz de tolerar más ansiedad de lo que previamente me había parecido posible. Normalmente la ansiedad es una falsa alarma. Es una sirena chirriante que instintivamente me hace retirarme al sueño adormecedor de la depresión. Pero elijo ansiedad en lugar de depresión. Elijo vivir mi vida y tolerar la incomodidad de la ansiedad.
Por ejemplo, había una conferencia a la que quería asistir. Estaba teniendo ansiedad antes de acudir. Mucha ansiedad. Sabía que si asistía, podría simplemente sentarme en la parte de atrás y escuchar. No se me requería nada más (nada de socializar). No había un peligro real pero estaba extremadamente nervioso. Antes que quedarme en casa sentado y lamentar habérmelo perdido, apliqué lo que había aprendido. Decidí ir y tolerar mi ansiedad. Sabía que tendría mucha ansiedad y que sería doloroso, pero también sabía (por experiencia) que puedo permanecer con mi ansiedad y tolerarla. Fui, y tuve un montón de ansiedad. A veces remitía, pero no se fue. Lo importante es que no me escapé. Reivindiqué esta pequeña victoria como mía. La conferencia fue decepcionante pero yo actué con coraje.
Éste es un proceso en marcha, pero el hecho de que lo considere un proceso ha sido un buen cambio en mi vida. Antes, estaba en una estructura rígida. Ahora hay movimiento, algo vivo puede suceder.
No es fácil, y no estoy libre de la ansiedad. (Por cierto, no estoy en contra de la medicación, es solamente que en mi caso no ha funcionado.) Al elegir la ansiedad he tenido más éxito con cambios en mi vida relacionados con amistades, socialización y carrera profesional, que en lo que respecta al amor. Mi vida es un trabajo en curso.
Lo que he compartido es la cruda realidad. Creo que por eso (a veces) funciona. Lucho con mi sombra. Por ello quizá no funcione en vuestro caso. Es la lucha de mi vida, no una fórmula de autoayuda para curar a todo el mundo. Pero espero que te inspire a que des un paso. Después de todo, nunca sabes qué aliado puedes encontrarte cuando te pones en camino.
2 de octubre de 2016
Los complejos
(Watch Out for Those Touchy, Treacherous, Hurting Complexes, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)
Entender los complejos es una de las herramientas psicológicas básicas que necesitamos para vivir la vida (la mayoría de estas herramientas son tratadas en el libro The Undervalued Self). Nos permite comprender muchas cosas. Todos tenemos complejos. Según Jung, son los bloques con los que se ha construido nuestra personalidad, la mayoría de ellos en torno a viejos traumas.
El trauma psicológico se produce a partir de sentimientos insoportables que amenazan con romper el sentido que tenemos de nosotros mismos, para lo cual dichos sentimientos son disociados y enviados fuera de la consciencia. Un complejo contiene todos los pensamientos, sentimientos, recuerdos, sensaciones y, sobre todo, autoprotecciones, conscientes e inconscientes, innatos y aprendidos, que están asociados con el trauma. Cualquier cosa nueva que parezca asociada al complejo (un comentario, persona, lugar, olor) nos traerá consigo el paquete completo. De repente te estás comportando como si estuvieras de nuevo allí, y no aquí y ahora.
Freud nos habló del complejo de Edipo, desarrollado a veces en torno al miedo de un niño de provocar celos en su padre, pero esto es sólo la punta del iceberg. Puedes tener complejos por casi cualquier cosa: un complejo de confianza por haber sufrido una traición en el pasado, o un complejo en torno a traumas relacionados con tu género, raza, preferencia sexual, o un complejo respecto al dinero, el éxito a cualquier precio, sobre la separación y la pérdida, abandono, Dios, y por supuesto la Madre. Fue nuestra primera relación, cuando estábamos indefensos. Todos tenemos algún tipo de complejo de madre.
Un complejo te ayuda a evitar el horroroso dolor emocional proporcionándote señales de peligro a partir de cualquier cosa que se parezca al trauma original. Es muy conservador, prefiere evitar retraumatizarse a arriesgar una nueva perspectiva sobre el suceso. Además, como el material guardado en un complejo es tan doloroso, mucho del mismo permanece en el subconsciente y no nos damos cuenta del mismo al tiempo que nos complica la vida. (Él se pone loco de celos y en consecuencia ella se cansa de él y efectivamente lo deja por otro.) Se puede convertir en algo así como un agujero negro, tragándose más y más de tu vida.
Una de las tareas esenciales de la vida, si quieres ser una persona consciente, es traer tus complejos a la superficie. No siempre podrás prevenir que se activen, pero puedes aprender a pasar menos tiempo en ellos.
Otra razón para tratar de entender los complejos es la de saber qué es lo que está pasando cuando otra persona está en uno de ellos. La gente se vuelve más emocional, la voz estridente o intensa. Oyes amenazas y predicciones terribles. Se emplean las palabras "siempre" y "nunca". Una actitud a la defensiva. Si puedes ser involucrado, una parte del complejo se proyectará sobre ti, porque los complejos tienen siempre dos polos, hay dos roles que desempeñar (víctima y dominador, ignorante y sabio, enfermo y sano). Puedes ser culpado, juzgado, advertido o descrito de forma desconcertante. Con gente muy racional, una conversación se vuelve debate y después un monólogo destinado a demostrar que estás equivocado. Sobre todo, te sientes succionado a un drama, tratado como un personaje en una obra, que no eres tú. Te has vuelto invisible. Quizá pensaste que importabas a esta persona pero ahora no lo parece.
Si el que está en un complejo eres tú, puede que te asombres al verte a ti mismo haciendo todo esto.
¿Qué hacer? Ya hablaré en otro momento sobre ti y tus propios complejos. Con otra persona que esté en un complejo, primero de todo, nunca discutas: esta persona se encuentra en un estado de pánico completamente inconsciente. Tampoco le des la razón y si el silencio te crea problemas trata de decir algo amable pero fuera del tema. "Eso me recuerda a lo mucho que me gustó tu presentación de ayer". Si nada funciona y si no es una relación que te importe, pide excusas y sal de la escena rápido.
Si la persona te importa las cosas se pueden complicar. De nuevo, trata de no discutir o de que te sientas dañado o te pongas a la defensiva tú mismo. Tendrás que hablar de lo sucedido cuando la persona ya no esté en el complejo. "Me pregunto qué es lo que pasó la noche pasada en la cena, parecías muy disgustada". Por supuesto, pisas sobre terreno resbaladizo simplemente por traer de nuevo a colación el tema, pero debes hacerlo.
Entender los complejos es una de las herramientas psicológicas básicas que necesitamos para vivir la vida (la mayoría de estas herramientas son tratadas en el libro The Undervalued Self). Nos permite comprender muchas cosas. Todos tenemos complejos. Según Jung, son los bloques con los que se ha construido nuestra personalidad, la mayoría de ellos en torno a viejos traumas.
El trauma psicológico se produce a partir de sentimientos insoportables que amenazan con romper el sentido que tenemos de nosotros mismos, para lo cual dichos sentimientos son disociados y enviados fuera de la consciencia. Un complejo contiene todos los pensamientos, sentimientos, recuerdos, sensaciones y, sobre todo, autoprotecciones, conscientes e inconscientes, innatos y aprendidos, que están asociados con el trauma. Cualquier cosa nueva que parezca asociada al complejo (un comentario, persona, lugar, olor) nos traerá consigo el paquete completo. De repente te estás comportando como si estuvieras de nuevo allí, y no aquí y ahora.
Freud nos habló del complejo de Edipo, desarrollado a veces en torno al miedo de un niño de provocar celos en su padre, pero esto es sólo la punta del iceberg. Puedes tener complejos por casi cualquier cosa: un complejo de confianza por haber sufrido una traición en el pasado, o un complejo en torno a traumas relacionados con tu género, raza, preferencia sexual, o un complejo respecto al dinero, el éxito a cualquier precio, sobre la separación y la pérdida, abandono, Dios, y por supuesto la Madre. Fue nuestra primera relación, cuando estábamos indefensos. Todos tenemos algún tipo de complejo de madre.
Un complejo te ayuda a evitar el horroroso dolor emocional proporcionándote señales de peligro a partir de cualquier cosa que se parezca al trauma original. Es muy conservador, prefiere evitar retraumatizarse a arriesgar una nueva perspectiva sobre el suceso. Además, como el material guardado en un complejo es tan doloroso, mucho del mismo permanece en el subconsciente y no nos damos cuenta del mismo al tiempo que nos complica la vida. (Él se pone loco de celos y en consecuencia ella se cansa de él y efectivamente lo deja por otro.) Se puede convertir en algo así como un agujero negro, tragándose más y más de tu vida.
Una de las tareas esenciales de la vida, si quieres ser una persona consciente, es traer tus complejos a la superficie. No siempre podrás prevenir que se activen, pero puedes aprender a pasar menos tiempo en ellos.
Otra razón para tratar de entender los complejos es la de saber qué es lo que está pasando cuando otra persona está en uno de ellos. La gente se vuelve más emocional, la voz estridente o intensa. Oyes amenazas y predicciones terribles. Se emplean las palabras "siempre" y "nunca". Una actitud a la defensiva. Si puedes ser involucrado, una parte del complejo se proyectará sobre ti, porque los complejos tienen siempre dos polos, hay dos roles que desempeñar (víctima y dominador, ignorante y sabio, enfermo y sano). Puedes ser culpado, juzgado, advertido o descrito de forma desconcertante. Con gente muy racional, una conversación se vuelve debate y después un monólogo destinado a demostrar que estás equivocado. Sobre todo, te sientes succionado a un drama, tratado como un personaje en una obra, que no eres tú. Te has vuelto invisible. Quizá pensaste que importabas a esta persona pero ahora no lo parece.
Si el que está en un complejo eres tú, puede que te asombres al verte a ti mismo haciendo todo esto.
¿Qué hacer? Ya hablaré en otro momento sobre ti y tus propios complejos. Con otra persona que esté en un complejo, primero de todo, nunca discutas: esta persona se encuentra en un estado de pánico completamente inconsciente. Tampoco le des la razón y si el silencio te crea problemas trata de decir algo amable pero fuera del tema. "Eso me recuerda a lo mucho que me gustó tu presentación de ayer". Si nada funciona y si no es una relación que te importe, pide excusas y sal de la escena rápido.
Si la persona te importa las cosas se pueden complicar. De nuevo, trata de no discutir o de que te sientas dañado o te pongas a la defensiva tú mismo. Tendrás que hablar de lo sucedido cuando la persona ya no esté en el complejo. "Me pregunto qué es lo que pasó la noche pasada en la cena, parecías muy disgustada". Por supuesto, pisas sobre terreno resbaladizo simplemente por traer de nuevo a colación el tema, pero debes hacerlo.
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