5 de octubre de 2016

Luchando con la ansiedad y la depresión

(Post de invitado en el blog de Elaine Aron a cargo de Spencer Koffman, 4 Allies and Too Anxious Beat 1 Shade of Gray, traducido del sitio Psychology Today.)

Crecí como un chico altamente sensible en una familia ruidosa, caótica. Me sentía ansioso y deprimido. Me retiraba a mi cuarto y cerraba la puerta. Para cuando llegué a la adolescencia ya había dejado el deporte, las lecciones de guitarra y otras muchas actividades sociales. Si me aventuraba fuera de mi cuarto sonaban las alarmas de peligro así que le cogí el gusto al silencio de mi espacio seguro. Mi imaginación deambulaba libre mientras que mi vida social permanecía bajo arresto domiciliario.

Éste fue el comienzo de la dictadura en mi psique. La ansiedad y la depresión se juntaron en una formidable coalición, gobernando de forma que se aseguraban que nadie más tuviera derecho alguno. Parecía que no tenía elección, los dos dictadores lo abarcaban todo.

La ansiedad y la depresión formaban un dúo amenazante. Experimentaba la depresión como una fuerza en la parte de atrás de la cabeza que empujaba mi cara hacia el suelo. Como inclinándome ante un poder superior, me rendí a él y me desarmó extrayéndome toda la energía vital. La depresión me coloreó la vida con una sombra gris, me absorbió toda esperanza. En las raras ocasiones que me forzaba a salir a pesar del agarre de la depresión, la ansiedad tomaba el relevo y me tiranizaba. La ansiedad agitaba mi estómago nervioso en un ácido fermento. Después de encontrarme con la ansiedad unas pocas veces, el "yo me voy de aquí" se convirtió en mi modo de vivir.

Los poderes gemelos de la ansiedad y la depresión habían ganado. No tuve que elegir, ellas lo hicieron por mí. Su mayor victoria fue cortar todo vínculo con mis deseos. Mis deseos no se estaban cumpliendo. Más que sufrir una continua decepción, después de tantas veces de no cumplir con mis necesidades, dejé de desear. Ya no estaba en contacto con lo que quería. Esto no era como el estado de desapego de un budista iluminado. Era una supresión defensiva de mi energía vital.

Me rendí, pero incluso éso no fue una elección. Sería más apropiado decir "se produjo mi rendición". Respecto al deseo se puede decir que nunca tuve una oportunidad. La ansiedad y la depresión eran demasiado poderosas.

Han pasado muchos años. He aprendido unas pocas cosas que me gustaría compartir con vosotros. Incluso si lo específico de lo que me ha ayudado a mí no funciona en vuestro caso, quizá algo acerca de mi lucha pueda llegaros o bien plantar unas pocas semillas de esperanza.

Como en toda buena historia de lucha contra el malvado villano, yo también me encontré con algunos aliados en el camino. Mi primer aliado fue la Justicia. Tenía el sentido feroz de que la vida debería ser justa. Toda mi vida había escuchado "la vida no es justa", pero dentro de mí tenía un Martin Luther King que claramente vio la desigualdad de poderes, estaba ofendido por la injusticia y se puso del lado del oprimido contra los opresores. Esto era cierto también en el caso de mi lucha interior contra la tiranía de la ansiedad y la depresión.

La ansiedad y la depresión eran tipos duros. Mi aliado Justicia no era lo suficientemente fuerte como para superarlos por su cuenta, de forma que seguí caminando.

El siguiente aliado con el que me encontré fue la Curiosidad. Debido al confinamiento al que me había condenado la pareja de dictadores, tenía bastante tiempo para reflexionar. Mi curiosidad no tenía límites y entraba en territorios prohibidos. Imaginé una vida más satisfactoria, fantaseaba con métodos para derrotar al enemigo y me preguntaba por qué mi enemigo existía.

La curiosidad me presentó a mi tercer aliado, el Plano General. El plano general me proporcionó una perspectiva amplia del papel que desempeñan la ansiedad y la depresión en este drama arquetípico. De repente, ya no estaba en la aventura del héroe que se enfrenta a un monstruo malvado. Más bien, mi sombra estaba tratando de ayudarme.

La ansiedad y la depresión no trataban de hacerme daño, solamente intentaban mantenerme a salvo. Había sobrevivido a unas cuantas heridas traumáticas en la infancia. Había aprendido muy temprano que el mundo es un lugar extremadamente peligroso. La ansiedad y la depresión cumplieron con su deber haciendo lo que podían para protegerme del daño, aunque su sobreprotección me convirtiera en un niño burbuja.

Desafortunadamente el conocimiento adquirido de mis aliados me sirvió de poco para cambiar mi vida. La ansiedad y la depresión se habían convertido en parte de la arquitectura de mi psique. No era fácil cambiar. Sin flexibilidad por su parte, la ansiedad y la depresión no respondían a lo que había comprendido y por tanto no estaban por la labor de renunciar a su posición de poder.

Así que la Curiosidad empezó a trabajar horas extras. La reflexión me enseñó que mi ansiedad era una alarma de peligro programada para activarse con la más ligera provocación. La alarma se disparaba cuando había peligro pero también cuando no lo había. Hubiera deseado reajustarla para que solamente señalara situaciones reales de peligro, pero el programa estaba escrito directamente en la circuitería del cerebro. No tenía acceso al mismo para cambiar los parámetros.

Tenía una alarma descalibrada tomando las decisiones importantes de mi vida por mí. Quería tener alguna opción, quería que me devolvieran mi vida.

Que entre mi último aliado: la Muerte. La muerte es la gran profesora y es una pariente cercana del Plano General, sólo que lleva un atuendo más impactante. La Muerte pone la vida en perspectiva. La Muerte hace que el tiempo sea real. La Muerte es como estar en un hotel que no pone una hora de salida. Sabes que va a terminar, sólo que no sabes exactamente cuándo.

La Muerte vino a mí en forma de la muerte de amigos queridos. Mientras escribo esto algunos ya se han ido y otros se irán pronto. Y yo, también, algún día me habré ido. Y eso me despertó. Tontamente había pensado que tenía mucho tiempo, pero no lo tengo. (Incluso si ésta es una reencarnación entre muchas otras, es la única en la que he sido el que soy.) Si estoy aquí para algo (para amar, para expresar, para ayudar), es ahora el momento.

Nunca sentí que tenía opción alguna. Parecía que la depresión y la ansiedad estaban totalmente al mando. Pero tengo una opción. Puedo elegir la ansiedad en lugar de la depresión.

La depresión es la configuración por defecto. La depresión es una minimuerte, me mantiene a salvo quitándome la energía y la esperanza. Pero puedo actuar a pesar de la depresión. Aventurándome fuera del ataúd de la depresión abro las compuertas de la ansiedad.

Con el tiempo, he descubierto que soy capaz de tolerar más ansiedad de lo que previamente me había parecido posible. Normalmente la ansiedad es una falsa alarma. Es una sirena chirriante que instintivamente me hace retirarme al sueño adormecedor de la depresión. Pero elijo ansiedad en lugar de depresión. Elijo vivir mi vida y tolerar la incomodidad de la ansiedad.

Por ejemplo, había una conferencia a la que quería asistir. Estaba teniendo ansiedad antes de acudir. Mucha ansiedad. Sabía que si asistía, podría simplemente sentarme en la parte de atrás y escuchar. No se me requería nada más (nada de socializar). No había un peligro real pero estaba extremadamente nervioso. Antes que quedarme en casa sentado y lamentar habérmelo perdido, apliqué lo que había aprendido. Decidí ir y tolerar mi ansiedad. Sabía que tendría mucha ansiedad y que sería doloroso, pero también sabía (por experiencia) que puedo permanecer con mi ansiedad y tolerarla. Fui, y tuve un montón de ansiedad. A veces remitía, pero no se fue. Lo importante es que no me escapé. Reivindiqué esta pequeña victoria como mía. La conferencia fue decepcionante pero yo actué con coraje.

Éste es un proceso en marcha, pero el hecho de que lo considere un proceso ha sido un buen cambio en mi vida. Antes, estaba en una estructura rígida. Ahora hay movimiento, algo vivo puede suceder.

No es fácil, y no estoy libre de la ansiedad. (Por cierto, no estoy en contra de la medicación, es solamente que en mi caso no ha funcionado.) Al elegir la ansiedad he tenido más éxito con cambios en mi vida relacionados con amistades, socialización y carrera profesional, que en lo que respecta al amor. Mi vida es un trabajo en curso.

Lo que he compartido es la cruda realidad. Creo que por eso (a veces) funciona. Lucho con mi sombra. Por ello quizá no funcione en vuestro caso. Es la lucha de mi vida, no una fórmula de autoayuda para curar a todo el mundo. Pero espero que te inspire a que des un paso. Después de todo, nunca sabes qué aliado puedes encontrarte cuando te pones en camino.

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