16 de octubre de 2016

Consultando con tu ser más sabio

(Consulting with Your Wisest Self, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

La versión infravalorada de ti mismo es solamente uno de muchos estados propios en los que nos podemos hallar. Por estado propio me refiero a la manera en la que pensamos o sentimos en una situación o en un rol determinado. Sigues siendo tú pero también te sientes casi como una persona diferente según el caso: cuando estás con tus padres a diferencia de cuando estás con tu mejor amigo, o cuando te ha parado la policía por exceso de velocidad, con tu jefe en el trabajo o cara a cara con la persona que más respetas.

Cambias tu ser dependiendo de la situación, pero ¿has pensado alguna vez en salir de tu ser infravalorado para sentirte mejor? Es bastante más sencillo que tratar de modificar el propio estado infravalorado, ya que éste es instintivo y sirve al propósito que describo en el libro The Undervalued Self. Los progresos en este sentido se producen cuando puedes comprobar que cada vez permaneces menos tiempo atrapado en un estado en el que subestimas tu verdadero valor. Puede ser difícil salir de allí, por supuesto, pero ésta es otra herramienta, una herramienta que no insiste en cambiar lo que no se deja cambiar tan fácilmente (el nivel de autoestima) sino en cambiar completamente de registro.

Como siempre digo, la mejor versión a la que cambiarse es la del ser que ama, que se vincula con los demás. Pero ¿qué hacer cuando estás solo entre gente que se comporta de modo competitivo y tienes problemas para concentrarte en aquéllos que te quieren pero no están a tu lado? En esos casos te podría ir mejor con tu ser más sabio. Pero tendrás que conocerlo mejor.

Esta parte de ti ha absorbido la sabiduría de aquéllos a los que especialmente respetas o admiras, quizá sin que te hayas dado cuenta de este proceso de aprendizaje. Quizá esta parte de ti también ha leído libros de autoayuda, escuchado alguna charla emotiva o a reflexionado sobre las cosas hasta un punto que el resto de tus seres olvidan. Probablemente ha experimentado algunos momentos de sabiduría importantes o se ha unido a prácticas espirituales para incrementar esos momentos. Hace todo esto porque sabe dónde está la sabiduría de este mundo y quiere absorberla y reflexionar sobre ella. Puede que incluso te sientas más en contacto con tu parte sabia cuando estás solo en la naturaleza, ya que la naturaleza tiene su propia profunda sabiduría de la que tú formas parte.

Si tuviera que definir la sabiduría en una sola frase, diría que es la capacidad de ver el plano general, contemplar la vista completa. Por ejemplo, cuando te sientes menospreciado por alguien, podrías tratar de ver las cosas desde la perspectiva de esa persona. Entender los motivos que hicieron de él semejante idiota. O recordar cómo gestionarían la situación las personas que admiras, o lo que te enseña el camino espiritual que sigues, o bien lo que importará este hecho en un año, en diez. Respecto a la sabiduría encontrada a través de la naturaleza, mira con detenimiento una hoja, el ojo de un animal, una llama, el agua que corre. Ofrecen su propia perspectiva de las cosas. De noche mira a las estrellas. Tú eres todo el universo, estás hecho de polvo de estrellas. Es el más amplio plano de todos.

Podría parecer que cuando de verdad has necesitado a tu ser más sabio, no podías encontrarlo. O quizá ni siquiera piensas que tienes uno. Pero ¿alguna vez has enseñado, aconsejado, consolado a otra persona? ¿Has respondido a la pregunta de un niño? He ahí tu ser más sabio, expresándose. Tu sabiduría nunca será perfecta. Pensar que lo es no sería sabio. Pero a veces sabes que debes recurrir a lo que tienes, por el bien de los demás.

Imagina a un joven desesperado que quiere morir. Se te ha dirigido a ti, buscando tu consuelo y consejo, necesita comprender que hay algún significado en la vida. ¿Qué es lo que le dirías? He ahí, tu ser más sabio.

Un compañero psicoterapeuta con muchos años de experiencia me dijo una vez que cuando tiene dudas sobre un caso a veces consulta a un colega, pero que muy a menudo primero se pregunta a sí mismo qué es lo que él diría si alguien le preguntara sobre el mismo, y que inmediatamente sabe la respuesta.

Te sugiero que prepares con decisión la consulta con tu ser más sabio. Siéntate delante del ordenador. Describe tu "caso". Luego pide ayuda a tu ser más sabio. Cuando comience a dictarte la respuesta, escríbela. Y respira con calma.

12 de octubre de 2016

Dónde invertir

(Three Risk-Free, High-Yield Investments, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

En estos tiempos inciertos todo el mundo quiere un lugar seguro donde invertir su tiempo y su energía, y por supuesto su dinero, si es que tiene alguno. Idealmente una inversión no solamente debe ser segura sino que ha de aumentar su valor, como cuando inviertes en tu propia educación o en una compañía en crecimiento. Aun así queremos ante todo que la inversión sea segura porque en estos tiempos tenemos ese acechante miedo a un colapso económico global o incluso al fin de la civilización tal y como la conocemos. La gente dice que el oro es lo mejor en estas situaciones. ¿Seguro? Siempre que me imagino saliendo a comprar algo con oro pienso en que alguien va a venir por detrás a robarme. Así que, ¿invierto en oro y en un arma? Yo desde luego no.

He aquí la primera de mis tres inversiones infalibles ante cualquier escenario futuro: psicología en profundidad. Trabajar con el alma. Aprender de tus sueños. Conocer tus complejos y tu sombra. La sabiduría es un recurso que nadie te puede quitar y no deja de aumentar de valor.

Tus sueños te dirán el "resto de la historia", información que necesitas para tomar las decisiones más importantes de la vida. Conocer tus complejos evita que hagas tonterías y que alejes de ti a la gente. Considera tu ser infravalorado como ejemplo de un complejo. Si te encuentras atrapado en él, subestimarás tu valor, no lo intentarás con cosas que de hecho podrías hacer bien, y no llegarás a hacerte amigo de gente a la que te gustaría conocer porque piensas que ellos no querrán conocerte. Si conoces tu sombra construirás una personalidad verdadera, íntegra, porque sabrás el mal que eres capaz de hacer. Qué podría ser más valioso que irte a dormir por la noche sabiendo que estás viviendo una vida con tanta integridad como es posible.

¿Colapso económico? ¿Fin del mundo? Hablarás y te comportarás de forma que atraerás a los demás. Querrán ayudarte porque te sienten como una persona valiosa a la que quieren tener cerca.

Segunda inversión: meditación. Cualquier creencia o práctica espiritual será útil en malos tiempos: rezo, contemplación, yoga, buenas obras, todas ellas excelentes. Pero también quieres acostumbrar a tu sistema nervioso a que se asiente en su estado más estable yendo allí diariamente y cambiando gradualmente la manera de funcionar de tu cerebro. Los métodos de meditación son diferentes, yo prefiero la Meditación Transcendental. Te aporta experiencias inmediatas del estado más profundo posible y cuando miras a la teoría que hay detrás ves que tiene sentido. Inviertes algo de dinero para aprender pero después ya no tienes que pagar de nuevo por el resto de tu vida. Veinte minutos dos veces al día es una inversión significativa de tiempo pero si lo practicas correctamente estarás deseando hacerlo. Es puro descanso. Muy bueno para tu salud. Clarifica tu mente haciéndote más eficiente. Y además los efectos se acumulan, especialmente tras haber participado en unos pocos retiros. Efectivamente, existen estados de consciencia más elevados, lo que se llama iluminación. Pero en términos más terrenales, yo he meditado durante 40 años. Me he hecho mayor pero también he notado que he ganado en lo que algunos llamarían juventud: más energía, productividad y sencillamente pura alegría. Todo aquel que se ha mantenido con ello reporta los mismos beneficios.

¿Colapso económico? ¿Fin del mundo? Nadie me puede robar mi sistema nervioso y si recibo el golpe del estrés entonces seré capaz de gestionar la situación con mayor ecuanimidad que aquéllos que no hayan invertido de esta manera.

Tercera inversión: amor. Tus relaciones cercanas. Éstas requieren la mayor inversión de tiempo, energía, habilidad y atención. Puede haber sufrimiento en el camino y pérdida al final. Así que necesitas a más de una persona cercana en tu vida. Pero qué recompensa, diaria, en todos los sentidos. La soledad te matará, lentamente pero de forma segura. ¿Fin del mundo? ¿Preferirías enfrentarte a ello solo o con alguien querido? Algunas personas que saltaron del infierno del World Trade Center el 11-S lo hicieron cogidas de la mano. Imagina: cogiéndote de las manos o no cogiéndote de las manos. Curioso, pero la diferencia es gigantesca, ¿no?

9 de octubre de 2016

Más reflexiones en torno a la herida sin nombre

(More Thoughts on the Wound with No Name -First Aid, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

"La herida sin nombre" es mi entrada favorita en este blog (Attending to the Undervalued Self, en Psychology Today), quizá porque por la cantidad de comentarios que ha recibido puedo ver cuánta gente se ha sentido conmovida al leerla, o porque expresa algo sobre quién era yo antes de recibir la ayuda adecuada.

Naturaleza y aprendizaje, genes y ambiente: los dos componentes de nuestro bienestar emocional. Cuando hablo de ayudar a las personas altamente sensibles, hablo de genes. Pero estoy igualmente dedicada a la parte aprendida, a aquellas personas dañadas tempranamente por su entorno. (De ahí el libro The Undervalued Self, que pretende reproducir el proceso de una terapia profunda y de calidad para aquellos que no puedan acceder a una.) Por supuesto, la combinación de la alta sensibilidad con un entorno difícil en la niñez es la más difícil de todas de sanar, aunque los altamente sensibles aparentemente son capaces de beneficiarse más de cualquier buena ayuda que reciban de adultos, así como de las cosas buenas que vivieron durante su niñez.

Algunas personas desearían que dijera algo más sobre qué hacer con esta herida. Escribí un párrafo sobre esto en el post (reproducido debajo) pero me doy cuenta de que es desalentador ya que enfatiza el hecho de que no hay respuestas sencillas.
Las reparaciones rápidas no funcionan cuando el daño es profundo. Una terapia corta puede aliviar síntomas, pero en el largo plazo no sirve de mucho. La gente con estos antecedentes ha desarrollado una defensa psicológica primitiva: el protector-perseguidor (lo describo en el libro The Undervalued Self). Su objetivo es "nunca jamás". Nada de crecer, de cambiar, ni de cercanía a los demás: podría significar encontrarse de nuevo con el insoportable dolor del rechazo en la niñez. Años y años de terapia pueden ayudar, si se acude al terapeuta adecuado, pero pocos pueden permitírselo.
Incluso cuando alguien con una herida profunda describe una transformación maravillosa, a menudo ha sido consecuencia de años y años de lucha y de trabajo interior. Y aun así, ¿existe algo parecido a los primeros auxilios o alguna forma de acercarse al lento trabajo de la autoexploración y a la ayuda de la terapia profunda con un terapeuta realmente bueno?

Primero, a mí personalmente, me ha venido muy bien practicar la Meditación Trascendental. Los estudios han demostrado que ayuda con la depresión, la ansiedad y similares, a algunas personas más que a otras. Otras formas de meditación también ayudan y hablo de las diferencias entre ellas en otros posts en este mismo blog. Parte de mi preferencia por la Meditación Transcendental es debida a que no requiere esfuerzo. Lo último que necesita alguien deprimido es algo que requiera esfuerzo porque se percibe como trabajo y puede que se sienta demasiado cansado o desalentado para tomarse la molestia, o tema que no lo está haciendo suficientemente bien.

He practicado Meditación Trascendental durante 44 años, sin saltármelo casi nunca, porque es tan reparador. Haces lo necesario para sentirte cómodo. Si tienes sueño se te dice que duermas puesto que eso es lo que necesitas en ese momento. Para mí es como una manta familiar, suave y confortable que me echo encima dos veces al día, a veces sintiéndome "feliz", incluso si me siento abatida al mismo tiempo. Es extraño.

Una nota sobre la espiritualidad: aunque hoy en día la meditación transcendental se describe como una técnica mental, no deja de ser una forma de meditación y la meditación a menudo se asocia con la espiritualidad. Las filosofías y prácticas espirituales suelen estár diseñadas para ayudarnos con las peores heridas de la vida: el mal (negligencia, abandono, traición, crueldad, codicia, etcétera) más la pérdida y la muerte. Pero hay razones para tener cuidado. Los que tuvieron una niñez problemática son especialmente propensos a seguir un método o profesor que prometen ayudarles a superar el problema rápidamente elevándose por encima del mismo. En mi opinión, una vida, y una herida de vida, necesita ser abordada en tres niveles diferentes:

  1. La espiritual y trascendental
  2. La anclada en la realidad de intentar vivir una vida plena y productiva, y en especial a desarrollar fuertes vínculos sociales
  3. El duro y profundo trabajo interior asociado con síntomas, complejos y sueños. A menudo es a este nivel donde la mayor sanación puede ocurrir, lo cual permite florecera las otras dos.
Así que cuidado con lo espiritual.

Segundo consejo: piensa con cuidado con quién te comparas. Según atraviesas la veintena, la treintena y más ves a tus pares haciendo las cosas normales según el programa previsto. Tú no estás en el programa previsto; no es justo que te compares con ellos. Tu situación no es culpa tuya. Sí, tienes la responsabilidad de hacer algo al respecto pero no eres responsable de lo que ha pasado o cómo ha cambiado el curso de tu vida.

Tercero, para ayudar a que te compares con la gente adecuada, me gustaría que pudieras conocer a algunos otros con dificultades parecidas (depresión, ansiedades, timidez, adicciones), quizá como los alcohólicos se encuentran entre ellos en Alcohólicos Anónimos. Sé que hay grupos de apoyo y encuentros para diferentes cosas y puede que puedas encontrar alguno, aunque parezca complicado. Es verdad, las personas heridas pueden ser tímidas o estar a la defensiva, no es una compañía sencilla. Algunos han sido víctimas de un terrible abuso verbal y por tanto es difícil para ellos no echar mano de ello cuando se sienten avergonzados. De cualquier forma, conocer a otras personas como tú, de una manera más profunda, creo que puede ayudar.

Cuarto, usa tu talento, cualquiera que sea y sin que importe si es escaso. Todo el mundo tiene algún pequeño talento, aunque sea fregando bien los platos. Como ya he mencionado, no puedes compararte con aquellos que son más talentosos, sea tocando un instrumento o entreteniendo a los niños. Pero cuando estamos usando un talento nos estamos concentrando en algo, lo cual es algo como un antidepresivo en el sentido de que estimulamos al cerebro a hacer algo además de concentrarse en su herida. De hecho, utilizar el lado izquierdo del cerebro (que no siempre es lo mismo que utilizar un talento) puede hacerte salir del lado derecho del cerebro, que es donde las emociones, incluidas las negativas, tienden a procesarse. Trata de leer algo que no es ficción y que tenga algo de reto y de interesante para ti, o cualquier otra cosa que enganche tu lado izquierdo.

Quinto, hay muchos estudios que recomiendan a los deprimidos ayudar a otras personas. Sin embargo soy reacia a recomendar esto porque implica dificultades tales como simplemente salir e interactuar con gente nueva. A veces es una pequeña dosis de cura la que proporciona ayudar de una manera sencilla, como por ejemplo ayudar con el equipaje de alguien que va cargado.

En última instancia, necesitarás encontrar significado en tu sufrimiento, y a veces puede ser ayudando a otros con los mismos problemas, probablemente en un lugar informal como un grupo de ayuda o escribiendo comentarios en un blog como éste. A veces es como si, al atravesar las experiencias más duras, estuviéramos entendiendo lo que está pasando. Cuando entendemos lo que ocurrió, hemos pasado a bachillerato. Después pasamos a la universidad, en caso de que intentemos curarnos. Finalmente, quizá alcancemos una situación en la que estemos listos para ayudar a otros con el mismo problema, no necesariamente de una manera profesional, sino sencillamente permaneciendo allí con la sabiduría adquirida sobre cómo afrontarlo.

Es mi consejo final de primeros auxilios. Como cuando alguien está practicando los primeros auxilios en otro, una presencia sabia y compasiva es lo que más importa. Por favor, sé compasivo contigo mismo.

5 de octubre de 2016

Luchando con la ansiedad y la depresión

(Post de invitado en el blog de Elaine Aron a cargo de Spencer Koffman, 4 Allies and Too Anxious Beat 1 Shade of Gray, traducido del sitio Psychology Today.)

Crecí como un chico altamente sensible en una familia ruidosa, caótica. Me sentía ansioso y deprimido. Me retiraba a mi cuarto y cerraba la puerta. Para cuando llegué a la adolescencia ya había dejado el deporte, las lecciones de guitarra y otras muchas actividades sociales. Si me aventuraba fuera de mi cuarto sonaban las alarmas de peligro así que le cogí el gusto al silencio de mi espacio seguro. Mi imaginación deambulaba libre mientras que mi vida social permanecía bajo arresto domiciliario.

Éste fue el comienzo de la dictadura en mi psique. La ansiedad y la depresión se juntaron en una formidable coalición, gobernando de forma que se aseguraban que nadie más tuviera derecho alguno. Parecía que no tenía elección, los dos dictadores lo abarcaban todo.

La ansiedad y la depresión formaban un dúo amenazante. Experimentaba la depresión como una fuerza en la parte de atrás de la cabeza que empujaba mi cara hacia el suelo. Como inclinándome ante un poder superior, me rendí a él y me desarmó extrayéndome toda la energía vital. La depresión me coloreó la vida con una sombra gris, me absorbió toda esperanza. En las raras ocasiones que me forzaba a salir a pesar del agarre de la depresión, la ansiedad tomaba el relevo y me tiranizaba. La ansiedad agitaba mi estómago nervioso en un ácido fermento. Después de encontrarme con la ansiedad unas pocas veces, el "yo me voy de aquí" se convirtió en mi modo de vivir.

Los poderes gemelos de la ansiedad y la depresión habían ganado. No tuve que elegir, ellas lo hicieron por mí. Su mayor victoria fue cortar todo vínculo con mis deseos. Mis deseos no se estaban cumpliendo. Más que sufrir una continua decepción, después de tantas veces de no cumplir con mis necesidades, dejé de desear. Ya no estaba en contacto con lo que quería. Esto no era como el estado de desapego de un budista iluminado. Era una supresión defensiva de mi energía vital.

Me rendí, pero incluso éso no fue una elección. Sería más apropiado decir "se produjo mi rendición". Respecto al deseo se puede decir que nunca tuve una oportunidad. La ansiedad y la depresión eran demasiado poderosas.

Han pasado muchos años. He aprendido unas pocas cosas que me gustaría compartir con vosotros. Incluso si lo específico de lo que me ha ayudado a mí no funciona en vuestro caso, quizá algo acerca de mi lucha pueda llegaros o bien plantar unas pocas semillas de esperanza.

Como en toda buena historia de lucha contra el malvado villano, yo también me encontré con algunos aliados en el camino. Mi primer aliado fue la Justicia. Tenía el sentido feroz de que la vida debería ser justa. Toda mi vida había escuchado "la vida no es justa", pero dentro de mí tenía un Martin Luther King que claramente vio la desigualdad de poderes, estaba ofendido por la injusticia y se puso del lado del oprimido contra los opresores. Esto era cierto también en el caso de mi lucha interior contra la tiranía de la ansiedad y la depresión.

La ansiedad y la depresión eran tipos duros. Mi aliado Justicia no era lo suficientemente fuerte como para superarlos por su cuenta, de forma que seguí caminando.

El siguiente aliado con el que me encontré fue la Curiosidad. Debido al confinamiento al que me había condenado la pareja de dictadores, tenía bastante tiempo para reflexionar. Mi curiosidad no tenía límites y entraba en territorios prohibidos. Imaginé una vida más satisfactoria, fantaseaba con métodos para derrotar al enemigo y me preguntaba por qué mi enemigo existía.

La curiosidad me presentó a mi tercer aliado, el Plano General. El plano general me proporcionó una perspectiva amplia del papel que desempeñan la ansiedad y la depresión en este drama arquetípico. De repente, ya no estaba en la aventura del héroe que se enfrenta a un monstruo malvado. Más bien, mi sombra estaba tratando de ayudarme.

La ansiedad y la depresión no trataban de hacerme daño, solamente intentaban mantenerme a salvo. Había sobrevivido a unas cuantas heridas traumáticas en la infancia. Había aprendido muy temprano que el mundo es un lugar extremadamente peligroso. La ansiedad y la depresión cumplieron con su deber haciendo lo que podían para protegerme del daño, aunque su sobreprotección me convirtiera en un niño burbuja.

Desafortunadamente el conocimiento adquirido de mis aliados me sirvió de poco para cambiar mi vida. La ansiedad y la depresión se habían convertido en parte de la arquitectura de mi psique. No era fácil cambiar. Sin flexibilidad por su parte, la ansiedad y la depresión no respondían a lo que había comprendido y por tanto no estaban por la labor de renunciar a su posición de poder.

Así que la Curiosidad empezó a trabajar horas extras. La reflexión me enseñó que mi ansiedad era una alarma de peligro programada para activarse con la más ligera provocación. La alarma se disparaba cuando había peligro pero también cuando no lo había. Hubiera deseado reajustarla para que solamente señalara situaciones reales de peligro, pero el programa estaba escrito directamente en la circuitería del cerebro. No tenía acceso al mismo para cambiar los parámetros.

Tenía una alarma descalibrada tomando las decisiones importantes de mi vida por mí. Quería tener alguna opción, quería que me devolvieran mi vida.

Que entre mi último aliado: la Muerte. La muerte es la gran profesora y es una pariente cercana del Plano General, sólo que lleva un atuendo más impactante. La Muerte pone la vida en perspectiva. La Muerte hace que el tiempo sea real. La Muerte es como estar en un hotel que no pone una hora de salida. Sabes que va a terminar, sólo que no sabes exactamente cuándo.

La Muerte vino a mí en forma de la muerte de amigos queridos. Mientras escribo esto algunos ya se han ido y otros se irán pronto. Y yo, también, algún día me habré ido. Y eso me despertó. Tontamente había pensado que tenía mucho tiempo, pero no lo tengo. (Incluso si ésta es una reencarnación entre muchas otras, es la única en la que he sido el que soy.) Si estoy aquí para algo (para amar, para expresar, para ayudar), es ahora el momento.

Nunca sentí que tenía opción alguna. Parecía que la depresión y la ansiedad estaban totalmente al mando. Pero tengo una opción. Puedo elegir la ansiedad en lugar de la depresión.

La depresión es la configuración por defecto. La depresión es una minimuerte, me mantiene a salvo quitándome la energía y la esperanza. Pero puedo actuar a pesar de la depresión. Aventurándome fuera del ataúd de la depresión abro las compuertas de la ansiedad.

Con el tiempo, he descubierto que soy capaz de tolerar más ansiedad de lo que previamente me había parecido posible. Normalmente la ansiedad es una falsa alarma. Es una sirena chirriante que instintivamente me hace retirarme al sueño adormecedor de la depresión. Pero elijo ansiedad en lugar de depresión. Elijo vivir mi vida y tolerar la incomodidad de la ansiedad.

Por ejemplo, había una conferencia a la que quería asistir. Estaba teniendo ansiedad antes de acudir. Mucha ansiedad. Sabía que si asistía, podría simplemente sentarme en la parte de atrás y escuchar. No se me requería nada más (nada de socializar). No había un peligro real pero estaba extremadamente nervioso. Antes que quedarme en casa sentado y lamentar habérmelo perdido, apliqué lo que había aprendido. Decidí ir y tolerar mi ansiedad. Sabía que tendría mucha ansiedad y que sería doloroso, pero también sabía (por experiencia) que puedo permanecer con mi ansiedad y tolerarla. Fui, y tuve un montón de ansiedad. A veces remitía, pero no se fue. Lo importante es que no me escapé. Reivindiqué esta pequeña victoria como mía. La conferencia fue decepcionante pero yo actué con coraje.

Éste es un proceso en marcha, pero el hecho de que lo considere un proceso ha sido un buen cambio en mi vida. Antes, estaba en una estructura rígida. Ahora hay movimiento, algo vivo puede suceder.

No es fácil, y no estoy libre de la ansiedad. (Por cierto, no estoy en contra de la medicación, es solamente que en mi caso no ha funcionado.) Al elegir la ansiedad he tenido más éxito con cambios en mi vida relacionados con amistades, socialización y carrera profesional, que en lo que respecta al amor. Mi vida es un trabajo en curso.

Lo que he compartido es la cruda realidad. Creo que por eso (a veces) funciona. Lucho con mi sombra. Por ello quizá no funcione en vuestro caso. Es la lucha de mi vida, no una fórmula de autoayuda para curar a todo el mundo. Pero espero que te inspire a que des un paso. Después de todo, nunca sabes qué aliado puedes encontrarte cuando te pones en camino.

2 de octubre de 2016

Los complejos

(Watch Out for Those Touchy, Treacherous, Hurting Complexes, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

Entender los complejos es una de las herramientas psicológicas básicas que necesitamos para vivir la vida (la mayoría de estas herramientas son tratadas en el libro The Undervalued Self). Nos permite comprender muchas cosas. Todos tenemos complejos. Según Jung, son los bloques con los que se ha construido nuestra personalidad, la mayoría de ellos en torno a viejos traumas.

El trauma psicológico se produce a partir de sentimientos insoportables que amenazan con romper el sentido que tenemos de nosotros mismos, para lo cual dichos sentimientos son disociados y enviados fuera de la consciencia. Un complejo contiene todos los pensamientos, sentimientos, recuerdos, sensaciones y, sobre todo, autoprotecciones, conscientes e inconscientes, innatos y aprendidos, que están asociados con el trauma. Cualquier cosa nueva que parezca asociada al complejo (un comentario, persona, lugar, olor) nos traerá consigo el paquete completo. De repente te estás comportando como si estuvieras de nuevo allí, y no aquí y ahora.

Freud nos habló del complejo de Edipo, desarrollado a veces en torno al miedo de un niño de provocar celos en su padre, pero esto es sólo la punta del iceberg. Puedes tener complejos por casi cualquier cosa: un complejo de confianza por haber sufrido una traición en el pasado, o un complejo en torno a traumas relacionados con tu género, raza, preferencia sexual, o un complejo respecto al dinero, el éxito a cualquier precio, sobre la separación y la pérdida, abandono, Dios, y por supuesto la Madre. Fue nuestra primera relación, cuando estábamos indefensos. Todos tenemos algún tipo de complejo de madre.

Un complejo te ayuda a evitar el horroroso dolor emocional proporcionándote señales de peligro a partir de cualquier cosa que se parezca al trauma original. Es muy conservador, prefiere evitar retraumatizarse a arriesgar una nueva perspectiva sobre el suceso. Además, como el material guardado en un complejo es tan doloroso, mucho del mismo permanece en el subconsciente y no nos damos cuenta del mismo al tiempo que nos complica la vida. (Él se pone loco de celos y en consecuencia ella se cansa de él y efectivamente lo deja por otro.) Se puede convertir en algo así como un agujero negro, tragándose más y más de tu vida.

Una de las tareas esenciales de la vida, si quieres ser una persona consciente, es traer tus complejos a la superficie. No siempre podrás prevenir que se activen, pero puedes aprender a pasar menos tiempo en ellos.

Otra razón para tratar de entender los complejos es la de saber qué es lo que está pasando cuando otra persona está en uno de ellos. La gente se vuelve más emocional, la voz estridente o intensa. Oyes amenazas y predicciones terribles. Se emplean las palabras "siempre" y "nunca". Una actitud a la defensiva. Si puedes ser involucrado, una parte del complejo se proyectará sobre ti, porque los complejos tienen siempre dos polos, hay dos roles que desempeñar (víctima y dominador, ignorante y sabio, enfermo y sano). Puedes ser culpado, juzgado, advertido o descrito de forma desconcertante. Con gente muy racional, una conversación se vuelve debate y después un monólogo destinado a demostrar que estás equivocado. Sobre todo, te sientes succionado a un drama, tratado como un personaje en una obra, que no eres tú. Te has vuelto invisible. Quizá pensaste que importabas a esta persona pero ahora no lo parece.

Si el que está en un complejo eres tú, puede que te asombres al verte a ti mismo haciendo todo esto.

¿Qué hacer? Ya hablaré en otro momento sobre ti y tus propios complejos. Con otra persona que esté en un complejo, primero de todo, nunca discutas: esta persona se encuentra en un estado de pánico completamente inconsciente. Tampoco le des la razón y si el silencio te crea problemas trata de decir algo amable pero fuera del tema. "Eso me recuerda a lo mucho que me gustó tu presentación de ayer". Si nada funciona y si no es una relación que te importe, pide excusas y sal de la escena rápido.

Si la persona te importa las cosas se pueden complicar. De nuevo, trata de no discutir o de que te sientas dañado o te pongas a la defensiva tú mismo. Tendrás que hablar de lo sucedido cuando la persona ya no esté en el complejo. "Me pregunto qué es lo que pasó la noche pasada en la cena, parecías muy disgustada". Por supuesto, pisas sobre terreno resbaladizo simplemente por traer de nuevo a colación el tema, pero debes hacerlo.

28 de septiembre de 2016

Maneras fáciles de escapar del malestar

(Easy Ways to Escape Feeling "No Good", artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

Pongámonos prácticos. Como dije en mi anterior entrada, todos nos infravaloramos a veces. En cierta medida todos tenemos varias formas de ser además de la nuestra auténtica. Estoy segura de que eres una persona diferente cuando estás, por ejemplo, con tus padres, empezando en un nuevo trabajo, cantando mientras te duchas o cuando te paran por exceso de velocidad. Solamente tienes la posibilidad de ser tu versión infravalorada cuando la gente o los lugares hagan que te compares a otros. Ése es el modo rango.

La manera más fácil de salir de tu estado infravalorado o de baja autoestima es pasándote al modo vínculo. Desde luego, es más fácil decirlo que hacerlo. El ser infravalorado se queda haciéndonos compañía tras un fracaso o un rechazo. Algunos incluso nos quedamos atascados en ese estado durante años. Mi libro contiene capítulos enteros dedicados al por qué y qué hacer cuando vemos el mundo con las lentes del modo rango. Pero en cualquier caso aquí expongo una serie de trucos para empezar a cambiar a modo vínculo.

Primero, trata de cambiar de compañía. Piensa en, o acompáñate de gente con la que tengas buenos, cercanos y sólidos vínculos. Aléjate de los que tienen una idea equivocada de ti, o de los que compulsivamente están comparándose con otros.

Segundo, trata de cambiar el lugar en el que te encuentres. Piensa en sitios en los que te sientas querido. Ve allí en tus pensamientos o de hecho ve allí tan pronto como puedas. Si trabajas en un lugar que es despiadadamente competitivo, considera la posibilidad de encontrar un trabajo donde la estrategia sea el equipo y la confianza.

Tercero, mírate a través de los ojos de otras personas (con algo de dinero sobre la mesa). Supón que tu trabajo despiadado ha hecho que te infravalores una vez más. Vas al gimnasio y crees que los demás se dan cuenta de lo gordo y fofo que estás. Ves a alguien que conoces del trabajo, se muestra amable contigo, estás seguro de que es porque le das pena. O si no, es que busca algo. Sin embargo, ¿apostarías mil dolares a que eso es cierto? Probablemente no, porque sabes que mucha gente te aprecia. Ahora estás en modo rango, pero viendo la posibilidad del modo vínculo.

Cuarto, practica. Primero sonríe y mira a los ojos a alguien a quien pienses que te gustaría conocer. Después muestra algo de empatía. No digas solamente "qué asco de tiempo", sino "tienes pinta de haberte mojado y de no estar contenta". A continuación ofrece una taza de café caliente. Ya no estás comparándote con la otra persona ni con nadie más.

Es un poco vergonzoso, decirte algo que suena a la recomendación de una abuela para superar el mal humor. Pero no se trata solamente de ser amable y agradable. Los estudios dicen que el vínculo comienza cuando nos sentimos atraídos por una persona en particular, al menos un poco. Es como un caso ligero de enamoramiento que incluso puede derivar en eso. Este preocuparse por la otra persona te lleva a querer saber qué es lo que sucede con ella: empatía. Es más, vincularse significa querer satisfacer las necesidades del otro si puedes: amabilidad.

Es algo que hay que practicar. Quieres que sea una actitud tan automática que incluso la puedas llevar a cabo cuando te sientes mal contigo mismo. Algo que puedes hacer hoy por tu ser infravalorado: trata de buscar el vínculo con alguien que crees que te gustaría conocer.

25 de septiembre de 2016

Relaciones de rango y de vínculo

(Ranking and Linking, For Better and For Worse, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

Este blog (Attending to the Undervalued Self) es el resultado de años de darle vueltas a los fundamentos principales de nuestros problemas emocionales universales. Una respuesta la abordé en el libro La persona altamente sensible: la evolución ha hecho que alrededor del 20% de nosotros seamos más susceptibles tanto a las cosas buenas como a las malas de la vida.

Sin embargo, el temperamento innato no es la respuesta completa. Los estudios (y mi propia experiencia como terapeuta) indican que la baja autoestima subyace tras la mayor parte de las depresiones, ansiedades y relaciones frustradas. Por lo tanto la solución parece que consistiría en aumentar directamente dicha autoestima, pero la realidad es que muchas veces no se consigue nada enfocándolo así. Lo cierto es que la baja autoestima es un estado natural, una consecuencia de nuestro instinto para posicionarnos entre los demás, y lo que los estudios han descubierto es que repetirse a uno mismo afirmaciones positivas, el más común de los tratamientos de autoayuda, lo único que hace es acentuar la baja autoestima de los que ya se sienten mal de antemano, tal y como han podido comprobar muchas almas desventuradas.

La baja autoestima tiene que ver con el poder y con la influencia, el resultado de posicionarse uno mismo a la baja, de sentirse en un rango inferior. Como otros animales sociales, constantemente nos estamos evaluando con respecto a los demás, comparándonos y compitiendo. Siempre estamos al corriente de la posición que ocupa todo el mundo en la jerarquía social mientras tratamos de mantener o aumentar la nuestra. De igual forma, a menudo estamos vinculándonos, amando a otros de forma que deseamos estar a su lado, conocerlos y dar respuesta a sus necesidades si podemos. Posicionándonos y vinculándonos, vinculándonos y posicionándonos, todo el rato, y cuando estamos en un modo normalmente no estamos en el otro.

Posicionarse es automático y útil. Imagina que cada día tuviéramos que averiguar quién es mejor en cada trabajo. Pero vincularse trae consigo más placer y bienestar. El problema con el posicionamiento es que seas retado. Y pierdas. Tarde o temprano, en cierto momento todos sufrimos una derrota. Como consecuencia nos asalta, al igual que a todos los animales sociales, lo que los investigadores llaman la "Respuesta Involuntaria a la Derrota", lo cual hace que nos deprimamos. Nos retiramos con el rabo entre las piernas, abatidos, sintiendo que ya no tenemos nada que hacer. Esto hace que la lucha termine, protegiéndote de un daño mayor. Cuando eres derrotado, tú mismo te infravaloras, de forma que te mantienes fuera del conflicto durante un tiempo.

Los seres humanos ensayan sus retos con la imaginación. Excepto si te sientes imbatible, imaginarás algunas derrotas. Las imaginarás especialmente si has sufrido una derrota recientemente, si la misma ha sido grande, o si has vivido una niñez en la que has experimentado el poder sin amor. ¿Te encuentras con frecuencia atascado en relaciones de modo rango? Entonces a menudo te encontrarás infravalorándote. Es natural. No es de extrañar y por ello mismo intentar subir en el ranking de la autoestima no es la respuesta. Para salir del modo rango, pasa al modo vínculo, mi próxima entrada en el blog.

Algo que puedes hacer ahora mismo. Reconoce mejor el modo rango y el modo vínculo. Pon en una lista los nombres de las personas con las que te sientes mejor, y en otra lista los de las personas con las que te sientes peor. Tú y los de la primera lista estáis normalmente en modo vínculo, ¿a que sí? Con los de la segunda lista hay sobre todo una relación en modo rango, incluso si supuestamente es una relación de amor. No hay duda de que sabes al lado de quién quieres pasar más tiempo.

21 de septiembre de 2016

¿Qué fue del alma?

(Remember the Soul?, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

Hubo un tiempo en que la psicoterapia se ocupaba de expandir la consciencia del paciente y de ayudarle a encontrar significado a su vida. Después, en los años 70, sucedió un cambio. Los psicólogos tuvieron que cambiar sus métodos para que pudieran actuar como los médicos psiquiatras (con los que de alguna forma empezaban a competir): necesitaban tratamientos específicos y preferiblemente breves con indicadores claros del proceso de curación.

Hoy en día, se considera una buena terapia aquélla que es breve, enfocada en el diagnóstico, estandarizada y basada en la evidencia, todo lo cual conduce a la terapia cognitivo-conductual. No plantearlo así se consideraría incluso poco ético. Y sin embargo, recientes estudios demuestran que esto no necesariamente es cierto.

Sigue existiendo aún otro tipo de terapia: más pausada, enfocada en las emociones, en el pasado, especialmente en los vínculos afectivos durante la niñez; no hay agenda, se anima a los pacientes a que hablen de lo que quieran, incluyendo los sueños; se exploran los intentos de evitar los pensamientos angustiosos; hay un interés por los temas recurrentes y los patrones de comportamiento; se hace hincapié en las relaciones. Es decir, es una terapia en profundidad, explorando el subconsciente, algo que constituye un anatema ahora mismo en la psicología clínica.

La terapia cognitivo-conductual es en cualquier caso un excelente lugar desde el que empezar el tratamiento y para muchos puede que sea suficiente. Es del tipo "de arriba a abajo", empleando el córtex cerebral para controlar las partes más profundas y primitivas del cerebro, aquellas que producen las respuestas emocionales, algunas de las cuales no queremos. La mayoría de los métodos de autoayuda son también "de arriba a abajo", pidiéndonos que repitamos autoafirmaciones o que nos enfoquemos en lo positivo. Pero este enfoque a veces falla, principalmente cuando el problema se originó a una edad temprana en la vida. (Los vínculos inseguros provenientes de la infancia afectan al 40% de los adultos.)

Cuando la autoayuda o las terapias cognitivo-conductuales no funcionan, muchas personas se culpan a sí mismas por no utilizar bien estos métodos. Pero lo cierto es que a algunos les iría mejor el enfoque "de abajo a arriba", el cual descubre las emociones abrumadoras que han sido disociadas. Muy dentro nos encontraremos seguramente con el sentimiento de infravaloración de nuestro propio ser, que a menudo nos disuade de aproximarnos a experiencias que podrían hacernos revivir el trauma original. Cambiar estas respuestas defensivas puede requerir años de una relación terapéutica consistentemente amable y segura. Puede que cueste tanto como una educación universitaria pero para algunos podría tener un efecto mucho mayor, tanto en sus ingresos como en felicidad, la suya y la de sus hijos, y la de los hijos de sus hijos.

18 de septiembre de 2016

La herida sin nombre

(The Wound with No Name, artículo de Elaine Aron traducido del sitio Psychology Today.)

Por motivos emocionales, algunas personas no pueden salir a la calle a buscar un trabajo. O si tienen trabajo, no pueden mantenerlo. No soportan las críticas, no se llevan bien con los demás o no saben por qué pero la cuestión es que no pueden trabajar. O trabajan bien, a veces como un demonio, pero no pueden gestionar las relaciones. No solamente no se casan sino que tampoco tienen amigos. Muchos comen en exceso, juegan demasiado a las apuestas, realizan compras que no se pueden permitir. Tratan sinceramente de parar su adicción pero no pueden.

Algunos tienen enfermedades físicas crónicas que eluden un diagnóstico y se reavivan cada vez que se hacen nuevos propósitos. Hay quien antepone compulsivamente las necesidades de otros a las suyas propias. Están quemados, pero hay que seguir. Olvidan citas con el médico y medicamentos que se tienen que tomar, comen mal y duermen poco o demasiado.

Siempre están deprimidos, ansiosos o las dos cosas. Quizá han sido diagnosticados con un trastorno de déficit de atención. Pero incluso con medicación, apenas cambia nada. Si la medicación ayuda, tiene serios efectos secundarios. Se les diagnostica por tanto un trastorno de la personalidad. Son evitativos, narcisistas, inestables, dependientes, obsesivo compulsivos, cualquier cosa. En estos tiempos de la genética, su trastorno se considera innato.

Por supuesto se desprecian a sí mismos, deslizándose cada vez más profundamente hacia un estado de baja autoestima. Con la edad se vuelve peor, cuando sus pares los sobrepasan. ¿Qué contestas cuando alguien te pregunta qué es lo que estás haciendo? No puedes decir "tratar de levantarme por las mañanas". Si te preguntan si estás con alguien, no dices "no, en los treinta y aún virgen".

Su entorno trata de aconsejarlos. "¿Por qué no intentas...?". "Pero por qué no tratas sencillamente de...". "Tienes que esforzarte más". "A tu edad no hay excusa para que no...". "No sé qué es lo que pasa contigo". Tristemente, los terapéutas dicen también estas cosas, incluso cuando es obvio que el paciente es incapaz de actuar.

¿Es esto una enfermedad? ¿Nace la gente con esto? Mientras que los genes pueden aumentar la vulnerabilidad, según mi experiencia, la causa se encuentra siempre en algo realmente horrible que sucedió en la niñez, normalmente con la madre y en los dos primeros años de vida. Se marchó o murió, o estaba deprimida, físicamente incapacitada, estresada en grado extremo, narcisista, adicta o alcohólica, o ella misma víctima de un abuso en su infancia. La cuestión es que no fue lo suficientemente sensible y no dio respuesta a las necesidades naturales del niño. Estudio tras estudio, uno tras otro, con humanos así como con otros primates, demuestra los mismos efectos desastrosos que se producen cuando el cuidado falla en la etapa inicial de la vida.

Ocurre a los niños que tenemos alrededor, los cuales crecen y siguen estando entre nosotros. Si durante el parto sus cuerpos hubieran sufrido algún daño, de forma que en algún momento tuvieran que someterse a una operación y a rehabilitación para poder vivir una vida al menos cercana a la normalidad, nos gustaría que así se hiciera y admiraríamos su resistencia. Buscaríamos una cura, se organizarían grupos para asegurarnos de que tuvieran esa posibilidad. Pero esta otra herida de la que hablamos, es la herida que no se puede ver. Y lo que es peor, que ni siquiera se puede nombrar. Es la herida sin nombre.

Las reparaciones rápidas no funcionan cuando el daño es profundo. Una terapia corta puede aliviar síntomas, pero en el largo plazo no sirve de mucho. La gente con estos antecedentes ha desarrollado una defensa psicológica primitiva: el protector-perseguidor (lo describo en el libro The Undervalued Self). Su objetivo es "nunca jamás". Nada de crecer, de cambiar, ni de cercanía a los demás: podría significar encontrarse de nuevo con el insoportable dolor del rechazo en la niñez. En cualquier caso, la investigación dice que algunos pueden sanar sustancialmente con terapia a largo plazo, o al menos encontrarle un sentido al destino que les ha tocado. Pero esto requiere de un profesional preparado y comprensivo, y de que puedan permitírselo.

La siguiente vez que te encuentres con una persona así, incluso si es frente al espejo, ten compasión. Apoya cualquier cosa que haga para curarse. Y si es de los afortunados que cuentan con la ayuda de un terapeuta, no seas uno de esos que pregunta: "¿Por qué estás aún en terapia después de todos estos años?".

14 de septiembre de 2016

¿Vulnerabilidad o disponibilidad?

«Tengo que confesar que a veces encuentro la vida demasiado dolorosa, quizá también os pase a vosotros. Pero hay algo que me ayuda, y es pensar acerca del mundo de los arquetipos, todo ese conocimiento innato que traemos de serie los seres humanos desde los tiempos remotos en los que nos desarrollamos como especie.»
¿Cómo le ayuda a Elaine Aron este conocimiento arquetípico? Antes nos explica algo sobre ellos.
«Los arquetipos son conocimiento intrínseco que tenemos sobre cómo manejar mejor ciertas situaciones vitales. Contienen la sabiduría recogida a lo largo de la evolución sobre cómo ser una buena madre, por ejemplo, o un buen padre, y cómo comportarnos si tenemos la mala suerte de caer en manos de la Mala Madre o la bruja, o del Mal Padre o tirano. El arquetipo del héroe nos dice cómo reconocer al valiente héroe o convertirnos en uno de ellos. Los conocimientos arquetípicos nos proporcionan la habilidad para sentir lo sagrado, lo bello, lo digno de ser amado o lo peligroso. Por ejemplo, las respuestas innatas nos ayudan a comportarnos adecuadamente cuando nos encontramos con la Serpiente o el León, o cuando conocemos a nuestra pareja ideal.
»Los arquetipos nos provocan intensas emociones y nos empujan a actuar de determinada manera. Normalmente moldean los pensamientos y los sentimientos sin que nos demos cuenta de su influencia, excepto, quizá, cuando nos quedamos sorprendidos de nosotros mismos al llorar en una boda o un funeral, nos quedamos paralizados de terror por una insignificante araña, o, de forma más general, sentimos que nos comportamos como si no fuéramos nosotros mismos.
»Parece que el mundo arquetípico puede moldear con más intensidad las vidas de las personas altamente sensibles. Quizá tenga una fuerza mayor sobre nosotros o que la puerta que da acceso a esos conocimientos intuitivos se nos abra con mayor facilidad. Pero afortunadamente todo arquetipo tiene dos aspectos, uno bueno y otro malo. Nos afecta el lado negativo, lo que nos hace sentirnos vulnerables. Nos afectan demasiado las malas noticias. Nos cuesta tolerar la crueldad humana, el mero conocimiento de que un amigo tiene una enfermedad terminal nos deja desolados. Pero también nos conmueven la compasión, el coraje de personas desconocidas que favorecen a los necesitados o la profundidad y cercanía que somos capaces de compartir con alguien que se está muriendo.
»Debido al aspecto positivo que tiene, pienso que a nuestra arquetípica vulnerabilidad debería llamársele con un nombre más neutro, quizá disponibilidad. Pero disponibilidad no en el sentido de dejarnos llevar por los arquetipos más positivos, los del héroe, el de la buena persona, etcétera. No, debemos permanecer con los pies sobre el suelo en la realidad de nuestra humilde humanidad. De hecho no estoy segura de lo que significa esta disponibilidad, no lo tengo claro en mi caso y mucho menos en el de nadie más. Espero que signifique que somos capaces de proporcionar algo de sabiduría adicional, o sencillamente de vivir dicha disponibilidad por medio de nuestras reacciones irreprimibles. A veces llamo a esto "liderazgo emocional". Si somos los primeros en llorar, protestamos más o no podemos evitar alegrarnos, a menudo ayuda a otros a hacer lo mismo.
»En definitiva, esa disponibilidad no siempre es agradable. Hace que la vida sea más apasionada, una especie de sacrificio para el que no tuvimos elección. Sencillamente estamos sujetos a quienes somos. Como esos que se sienten empujados a escalar altas cimas o explorar profundas cuevas o sumergirse en los océanos. Sólo que en nuestro caso estamos irremediablemente disponibles, disponibles a la montaña, a la cueva o al océano, para cuando ellos deseen ser conocidos.»

(Extraído de Archetypal Vulnerability or Availability? del sitio The Highly Sensitive Person.)

11 de septiembre de 2016

Sobre llorar con facilidad

«Las personas altamente sensibles lloran con mayor facilidad. Lo descubrimos claramente en nuestra investigación y la única razón por la que no está en el test de sensibilidad es porque las mujeres contestaban afirmativamente en mayor medida que los hombres y no queríamos tener tal dependencia del género. En cualquier caso estoy segura de que los hombres altamente sensibles también lloran con facilidad, sólo que lo reprimen más.»
Elaine Aron comenta que llorar con facilidad puede ser un problema en ciertas situaciones, especialmente en aquellas en las que nos comparamos con los demás. En su libro The Undervalued Self desarrolla ampliamente las dos maneras en las que nos relacionamos las personas. Por una parte nos evaluamos con respecto a los otros para ver si somos mejores o peores que ellos, algo que es connatural a todos los animales sociales (relaciones de rango las llama). Por otra, también somos capaces de establecer relaciones de vínculo como las que necesita el amor o la amistad.
«La cuestión es que llorar es un problema solamente en una situación de rango. Con un amigo o en un grupo en el que te sientes aceptado, o bien aprecias el alivio que te proporcionan las lágrimas o bien se respetará tu privacidad si dices: "No es nada, no os preocupéis". No pierdes el respeto de los demás, los amigos saben cómo eres y probablemente les gusten tus sentimientos profundos.
»En situaciones de rango, por contra, llorar puede ser visto commo una debilidad. Puede hacer que te vean como alguien a quien le falta control emocional o tiene un problema psicológico. Si eres una mujer temes que te estereotipen o que lo achaquen a las hormonas. Si eres un hombre, quizá asustes a los demás hombres. "Un hombre que pierde el control. Qué horror, ése podría ser yo" es lo que pasa por la cabeza de muchos. Casi todos los hombres recuerdan el día que aprendieron a no llorar delante de otros chicos.
»Pero podría suceder que pudieras convertirlo en un momento de vínculo. La forma en la que te tratas a ti mismo indicará a los demás cómo deberían tratarte, como a un amigo o como a alguien inferior. Si no recibes ningún tipo de respuesta por parte de los que tienes alrededor tienes que recordar que las lágrimas suelen asustar y preocupar. Cuando lloras, la gente puede sobreestimularse de manera que no puedan pensar en preguntarte qué es lo que te pasa o tocarte de forma suave y reconfortante. Y si fueron los causantes de tu lloro no les gustará nada pedir disculpas por haber sido duros contigo o por no haber captado cómo te estabas sintiendo. Aunque suene injusto, el vínculo en estos casos requerirá de ti que tranquilices a esta gente.
»Normalmente lo mejor es lo más sencillo. "No pasa nada, es sólo que lloro muy fácilmente". O bien "Es verdad que estoy triste, pero no tanto como parece. Sencillamente lloro con mucha facilidad". Reconfortar a la gente puede hacer que se sientan cercanos a ti porque pareces una persona con la que se puede uno sentir seguro, alguien que no los avergonzaría en caso de que se sintieran incómodos con sus propias lágrimas. Al mismo tiempo te muestras considerado, incluso cuando estás triste. Además a la gente le gusta ayudar y les estás dando la ocasión de hacerlo.»
Pero cuando estás en una situación pura de rango, para que no te hundan la única posibilidad que hay es la de recuperar tu estatus. De hecho, según Elaine Aron, puede incluso que puedas aumentarlo.
«Recuerda que nuestra cultura puede que considere las emociones como debilidad pero la realidad es que los sentimientos que nos llevan a llorar son los que nos hacen humanos, compasivos y sabios. El problema es que no se soporta el llanto porque amenaza la rigidez habitual, ya que los sonidos y los movimientos del cuerpo de alguien que llora inducen sentimientos parecidos en el otro, sentimientos que no nos atrevemos a expresar y resonancias en nuestro cuerpo a las que oponemos resistencia. Es decir, la rigidez de los que no lloran es una forma debilidad pero esto tendríamos que creerlo de corazón: que somos más fuertes por llorar y que están equivocados los que nos minusvaloran por ello.
»En situaciones más hostiles habría que convertir el llanto en una virtud de la que los demás carecen. "Me emociono con facilidad y estoy orgulloso (contento) por ello". Mostrar la sensibilidad como una característica personal a la que se está agradecido por toda la información útil que proporciona al trabajo que desempeñamos.
»Hay que tener presente toda la carga de honestidad que comunica aquél que se atreve a llorar en una confrontación, algo que al final se transforma en verdadera fuerza al acompañarnos de palabras sinceras. Aunque a veces un digno silencio puede ser la mejor opción. En esos casos piensa en ti mismo como alguien seguro de su sabiduría y de su honestidad emocional. Haz una pausa, deja que corran las lágrimas, seca tus ojos, y luego, cuando estés listo, sigue hablando. A menudo este comportamiento provoca en la gente reacciones extrañas. (Por cierto, hacer esperar a los demás es una forma de subir el rango.)

(Extraído de About Crying Easily del sitio The Highly Sensitive Person.)

7 de septiembre de 2016

Acompañar a alguien que se está muriendo

«¿Estarías dispuesto a acompañar y a consolar en su lecho a una persona desconocida que se está muriendo?»
Es la pregunta que plantea Elaine Aron en este artículo. Al parecer era una de las que inicialmente barajó como posible integrante del test de la alta sensibilidad y que finalmente, por algún motivo, se quedó fuera. Pero ella cree que una persona altamente sensible sería más propensa a contestar afirmativamente y que la cuestión captura cosas importantes sobre nosotros.
«Aunque no todos los altamente sensibles se sentirán cómodos en esta situación. Además, si la persona que se muere es alguien muy especial (un hijo, la pareja) la experiencia dependerá más de cómo haya sido esa relación que de otra cosa. En cualquier caso tenemos tendencia a acompañar a los que se están muriendo.
»Supongo que la explicación se halla en parte en nuestra empatía. También en nuestra preferencia por las conversaciones profundas. Normalmente, con una persona que se muere, la cháchara desaparece, o al menos la persona que se va es lo que desearía. A veces quizá no lo sepa, pero aun así necesita que la cháchara termine. Los acompañantes nerviosos que no saben qué decir no callarán pero es la persona que puede profundizar la que es necesaria en ese momento.
»Creo que los altamente sensibles comprendemos algo que oí en un curso sobre cómo tratar estas situaciones: cada persona necesita que su muerte sea la suya propia, no una muerte de la que se apropien los demás. Es decir, a menudo se cree que se sabe cómo debería morir la persona: si debería o no reconciliarse con familiares enemistados, con sedación completa o no, con gente alrededor o sola, en casa o no, con oraciones, música o en silencio. Pero todas estas cosas solamente debe decidirlas el que se está yendo, y las personas altamente sensibles somos mucho mejores entendiendo esto y descubriendo qué es lo que realmente quiere.»
Elaine Aron se pregunta si este asunto no será un tanto morboso para un artículo.
«No creo que lo sea para los altamente sensibles. Nos atraen las profundidades del alma y los misterios de la vida y lo que hay más allá de la misma. Deseamos estar presentes. Tomar las manos, masajear los pies, escuchar la respiración y esperar a los momentos de consciencia y al deseo o pensamiento susurrado desde la frontera entre la vida y la muerte. No es que podamos aguantar horas y horas así, nadie puede. Pero a menudo sabemos cuándo es el momento de estar presentes y cuándo el momento de irnos a descansar y cómo conseguir que, aunque la persona muera antes de que la veamos de nuevo, no queden cosas importantes sin decir.
»Si aún no has tenido una experiencia semejante, algún día la tendrás, y entoncés sentirás tu extraña, sorprendente fuerza. He tratado de explicarla aquí, pero en realidad no puedo. Es sencillamente parte de lo que la mayoría de nosotros somos.»

(Extraído de HSPs Can Be Present With the Dying del sitio The Highly Sensitive Person.)

4 de septiembre de 2016

Somos más emocionales

En este artículo Elaine Aron comenta que están tratando de que les publiquen un artículo científico sobre la mayor vulnerabilidad de las personas altamente sensibles, tras haber sufrido una niñez problemática, a la timidez, depresión y ansiedad. Al parecer también quieren demostrar con el estudio que la timidez en las personas altamente sensibles parece consecuencia de sentimientos negativos, ansiosos y depresivos. Añade que las personas altamente sensibles con infancias buenas no eran más proclives a desarrollar timidez, ansiedad o depresión durante la edad adulta.

En definitiva, demuestran una vez más que no hay un rasgo de carácter básico que nos condene a la timidez, la ansiedad o la depresión, sino que éstas son cosecuencia de factores ambientales entre los que tienen una influencia capital los vividos durante la infancia. El hecho de que los niños altamente sensibles sean más vulnerables (y por tanto que haya más de ellos entre los que tienen problemas) provoca la confusión entre el rasgo (una sensibilidad mayor) y el problema desarrollado (la timidez, la ansiedad o la depresión).

Pero los revisores se mostraban reacios a la publicación de estos artículos científicos. La cuestión es que es difícil saber acerca del pasado de una persona por otros medios que no sean su propio testimonio, y se sabe que una persona que se siente mal tenderá a calificar su infancia como infeliz.
Por ello, para reforzar sus argumentos, propusieron al equipo de Elaine Aron que hicieran un experimento en el que quedara patente cómo una mala experiencia afectaba emocionalmente más a un altamente sensible que a otro que no lo fuera (de lo que se podría inferir que en la infancia ocurre exactamente lo mismo).
«En una clase de 160 alumnos de universidad hicimos un test para saber quiénes eran altamente sensibles, y después, el mismo día, en lo que aparentaba ser un estudio diferente, les pasamos varios cuestionarios: el primero sobre gustos artísticos, el segundo sobre conocimiento de la historia deportiva, el tercero sobre la habilidad para el razonamiento práctico y el cuarto sobre la personalidad. Los dos primeros y el cuarto eran iguales para todo el mundo pero no así el tercero. Sin decirles nada, la mitad de los alumnos recibieron un test de habilidad en el razonamiento prácticamente imposible de resolver de lo difícil que era, mientras que la otra mitad recibió un test muy fácil de solucionar para que fuera completado sin problemas en el tiempo asignado para el mismo.
»Los test fueron distribuidos de manera que al que se le daba uno de tipo difícil, tenía justamente al lado a alguien a quien se le había proporcionado el test fácil. De esta manera los alumnos con la prueba difícil se daban cuenta de cómo le estaba yendo al compañero de al lado, que había terminado pronto mientras que ellos no tenían forma de completarlo.
»El último test, el de personalidad, era también sobre el estado de ánimo porque algunas preguntas trataban de cómo se sentían habitualmente y otras sobre cómo se sentían justamente en ese momento. Al acabar los tests se les explicó el experimento a los alumnos y se les comunicó claramente que nada de lo que habían hecho tenía que ver con sus aptitudes de razonamiento.»
Los resultados del experimento fueron los siguientes:
«Los altamente sensibles que habían hecho los tests difíciles y que por tanto habían descubierto que tenían menos habilidad para razonar que sus compañeros, contestaron en los test de estado de ánimo que se sentían muy mal. Mucho peor que los no altamente sensibles en la misma situación.
Pero los altamente sensibles que decubrieron que lo hacían mejor que sus compañeros se sentían mucho más felices que los no altamente sensibles en la misma situación. Estos resultados no dependían del hecho de que la persona estuviera generalmente deprimida o fuera ansiosa.»
Es decir, la conclusión es la siguiente: las personas altamente sensibles se habían sentido más afectadas emocionalmente como consecuencia de descubrir que estaban por debajo de lo normal en habilidad de razonamiento. Lo cual sugería que las malas experiencias en la niñez tendrían un efecto similar en ellos. Pero también, por supuesto, el reverso: que los altamente sensibles que lo hicieron mejor se sintieron también mucho mejor.
«Somos "más emocionales" que otros. Los humanos tenemos que evaluar cada situación para considerar si es buena, interesante, deseable, peligrosa, triste, etcétera. Si la situación tiene aspecto de ser algo de eso, se procesa aún más. Y este procesamiento adicional puede derivar en más emoción aún. Es decir, la emoción motiva el procesamiento y el procesamiento a menudo lleva a más emoción. Como los altamente sensibles lo procesan todo más, necesariamente tienen que ser más emocionales.
»Los alumnos del experimento que descubrieron que eran peores que sus compañeros debieron de empezar a procesar de esta manera: "Realmente me costó hacer esto, mira cómo lo hicieron los demás, realmente soy torpe con el razonamiento práctico, voy a sacar malas notas, no voy a ser capaz de seguir mi vocación, mi trabajo será mediocre, no seré capaz de atraer a la persona que quiero, ni siquiera seré capaz de casarme y tener hijos, etcétera, etcétera." Por supuesto, no hay duda de que se sentían abatidos y ansiosos. Y si no se les hubiera advertido de la trampa del experimento, quizá hubieran cambiado de planes para sus vidas, algo que los no altamente sensibles ni se hubieran molestado en hacer.»
Elaine Aron hubiera deseado esperar unos cuantos días sin decirles nada para ver cómo este efecto sobre sus ánimos evolucionaba en el tiempo, pero no era posible, no hubiera sido ético mantener a todos esos alumnos engañados tanto tiempo. Pero Elaine apostaría a que los altamente sensibles lo hubieran superado, gracias al procesamiento extra que hacen. Ella cree que, con tiempo, los altamente sensibles llegan a gestionar mejor las emociones porque son capaces de ponerlo en perspectiva: "quizá no sea tan malo como parece, quizá es parte de la condición humana, un reto que hay que encarar". Por supuesto, para ponerlo en prespectiva y gestionar las emociones adecuadamente, además de tiempo, necesitamos un nivel mínimo de autoestima, algo que suele verse afectado durante la vida a causa de una niñez problemática.


(Extraído de HSPs Have Stronger Emotional Reactions del sitio The Highly Sensitive Person.)

31 de agosto de 2016

Cómo enseñar a alguien altamente sensible

Elaine Aron habla en este artículo sobre la manera en la que habría que enseñar a las personas altamente sensibles.
«Hace poco me encontré observando a una mujer, que parecía ser altamente sensible, a la que le estaban enseñando a nadar (o más bien, parecía estar siendo asustada, humillada y no enseñada a nadar). La escena me recordó a mí misma, a mis dificultades para aprender a nadar, año tras año, cuando era una niña. Hasta que finalmente pude aprender, gracias a una profesora muy especial. Y eso me hizo recordar todo lo que he aprendido desde entonces sobre la manera en la que se debería enseñar las cosas a los niños y a los adultos altamente sensibles.»
Al parecer, en su niñez Elaine Aron nunca aprendió a patinar, tocar un instrumento o incluso subir una verja. No aprendió a montar en bicicleta y a nadar hasta que tenía trece años. Aprendió a conducir por la insistencia de su madre, pero sabe de muchos altamente sensibles que tardan mucho en hacerlo. Para algunos, los problemas surgen en clase, con asignaturas en las que se ha de leer en alto o se comparte lo que se está haciendo con los demás compañeros. Luego están los deportes que implican la actuación delante de otros. Etcétera, etcétera.
«Los entornos en los que se enseña normalmente no son adecuados para nosotros. Y eso es porque somos fácilmente sobreestimulables, se produce una sobreexcitación nerviosa que nos impide aprender adecuadamente. Para los altamente sensibles hay un cierto número de cosas que están mal en la típica situación en la que otros aprenden sin problemas.»
Esto es lo que estaría mal en una situación típica de aprendizaje:

  1. El lugar es altamente estimulante (nuevo entorno, nuevo equipamiento, nuevo profesor). Además, está la estimulación propia de uno mismo, las cosas que imaginas que podrían ir mal.
  2. Normalmente hay un grupo involucrado, lo que añade la estimulación propia (quizá miedo) de ser observado al actuar de forma incorrecta y sentirse humillado. Incluso si es una lección privada, sigue existiendo un grupo de dos, tú y el capacitado profesor que por ello mismo puede volverse crítico contigo.
  3. La mayoría de los profesores se centran en corregir errores. Comparar alumnos entre sí, incluso comportándose de forma provocativa o burlándose del alumno en casos extremos.
  4. Lo que se quiere aprender ya es en sí mismo algo que da miedo o al menos algo que es incómodo. Las piscinas no son suficientemente cálidas para relajarse si no te estás ejercitando a fondo. Conducir un coche es inherentemente peligroso. La mayoría de los altamente sensibles tienen un saludable (sí, saludable) temor al agua, a caerse o a cometer errores en general. De niños nos dijeron una y otra vez que tuviéramos cuidado con una cosa y la otra: "ten cuidado de no caerte", "ten cuidado no te vayas a ahogar", "ten cuidado de no cometer un error". Así que cuidadosamente obedecimos estas advertencias de peligro hasta que llega el día en que se supone que las tenemos que olvidar. Así no hay manera.
Pero he aquí la vuelta: en las condiciones adecuadas, las personas altamente sensibles aprendemos rápido y bien. Primero observamos cuidadosamente y después lo hacemos una vez y lo hacemos bien. Detectamos incluso los pequeños errores y hacemos lo posible por corregirlos en la próxima ocasión. A menudo tenemos una muy buena coordinación motora una vez le cogemos el tranquillo.

Por tanto, ¿cuáles serían las condiciones adecuadas para enseñar a alguien altamente sensible?

  • Proporcionar un entorno familiar y poco estimulante. O mucho tiempo para habituarse al mismo, preferentemente observando el lugar y por supuesto sin avergonzar a la persona por necesitar hacer esto.
  • Proporcionar silencio. Los altamente sensibles necesitan cuanto menos estimulación extra, mejor, y mantener una simple conversación es una tarea extra en la que una persona sensible tratara de involucrarse y ser educada (o irritarse y después sentirse culpable por ello). A las personas altamente sensibles no les conviene el multitasking cuando aprenden. Cuando se le quiera hacer un comentario, parar la actividad y esperar hasta que el alumno parezca lo suficientemente calmado para escuchar.
  • Considerar la posibilidad de lecciones privadas. De esta manera puedes controlar mejor las condiciones y el progreso es a menudo tan rápido que el coste puede merecer la pena. Efectivamente, para la mayoría, aprender en grupo significa que la gente se ayuda entre sí y además un poco de competitividad puede acelerar el aprendizaje. Pero también puede ser desmoralizador cuando tus amigos aprenden y tú no. Y en las lecciones privadas puede ser útil que el profesor deje a solas al alumno (manteniéndose vigilante pero a distancia) para que éste experimente por sí mismo.
  • Tratar los miedos de forma creativa. De nada sirve decir "sé valiente". Elaine Aron aprendió a nadar con un instructora que supo tomarse en serio sus miedos. Meter la cabeza bajo el agua va en contra de todos los instintos. Elaine Aron estaba segura de que si lo hacía, le entraría agua por todos los orificios de la cabeza y se ahogaría. Así que su profesora le sugirió usar tapones y gafas para el agua. También tenía miedo a hundirse y entonces la instructora colocó monedas en el fondo de la piscina (poco profunda) para que tratara de recuperarlas. Descubrió que metiendo la cabeza y los hombros, la parte de abajo del cuerpo tendía a subir. De hecho, era complicado hundirse, y de esta manera pudo experimentar personalmente la flotabilidad natural que tantas veces había visto en los demás.
  • Nunca defraudar la confianza de un alumno asustado. Más de una vez Elaine Aron había sido sostenida sobre el agua por el instructor cuando, de forma imprevista, éste la soltaba para que sintiera por ella misma la flotabilidad del cuerpo. Pero, en consecuencia, la niña ya no podía confiar en esos brazos nunca más. La profesora que realmente la ayudó, la sostenía durante tanto tiempo como Elaine quería y era siempre decisión de la alumna el que la soltara.
  • Felicitar cuando se hace bien. Y decir muy poco sobre los errores. Los altamente sensibles saben lo que hicieron mal, a menudo mejor que el propio profesor. Pero incluso si no lo saben, aprenderán mejor haciendo más de lo que hicieron bien que tratando desesperadamente de no cometer los errores por los que fueron criticados.
  • Corregir de la manera más suave posible solamente si dichas correcciones parecen necesarias. Una corrección cada vez y preferiblemente una por lección. Antes, hacer varios comentarios positivos que sean sinceros. Si después se aprecia que el alumno se viene abajo (se ha sentido criticado, avergonzado) tratar de sanar ese sentimiento antes de seguir adelante con la lección.
  • Si el alumno no se está esforzando o se enfada, descubre por qué. No hay que presuponer que es un problema de personalidad del alumno. Elaine Aron dice que ella fue criticada a menudo por ser perezosa y no practicar, o le decían que tenía mal genio cuando se enfadaba. En realidad estaba tan frustrada que no soportaba intentarlo más veces. A veces, lecciones más cortas pueden ser la solución.
  • Si el alumno llora, espera a que pase. No te sientas culpable o hagas sentir vergüenza al alumno. Si no sabes por qué llora, se le puede preguntar con delicadeza. Y después decirle algo como "sí, yo también lloro cuando me siento frustrado (o avergonzado, o lo que sea). Mucha gente lo hace. No te precupes por llorar". Si quiere dejarlo o parar un rato, acéptalo.
  • Cuando el alumno está desanimado, describe una experiencia similar propia en la que te sentías abatido, a punto de abandonar o enfadado, y cómo lo superaste. La vergüenza desaparece cuando dejamos de sentirnos como que somos las peores personas en el planeta.
  • Manten al alumno en su estado óptimo de excitación nerviosa. No aprenderá nada si está sobreestimulado. Es fácil de ver cuándo puede estar así: manos que tiemblan, rubor en la cara, voz temblorosa, a punto de llorar, o estando irracionalmente enfadado. Parar la lección cuando esto suceda. A veces no se pasará hasta que el alumno lo haga bien una vez. Hay que recordar que el malestar emocional es la mayor fuente de excitación durante la lección y el profesor debe saber calmar y dar confianza al alumno. Cuando las cosas van mal, es siempre un problema que ha de resolver el profesor. No tomárselo a la defensiva, demostrar al alumno que uno puede también cometer errores, admitirlos y seguir adelante.
  • Terminar cada sesión con una nota positiva y hablar sobre el progreso general y el proceso de aprendizaje. Si las cosas no progresan, explicar por qué parecen estar así. En otras palabras, explicar sobre los subidones y los bajones que se producen en el proceso de aprendizaje. Los altamente sensibles son a menudo tan perfeccionistas que se desaniman fácilmente. Tienen que aprender a ser amables consigo mismos cuando están aprendiendo y cuando cometen errores. Pero tampoco tiene sentido en ser duro con uno mismo por haber sido duro con uno mismo. Toda persona altamente sensible tiene dificultades en tolerar los errores, es parte del rasgo, pero tiene que ser equilibrado con la realidad, y es que aprender lleva tiempo.

Elaine Aron dice que estas recomendaciones pueden parecer destinadas a personas con enormes problemas emocionales pero ella cree que son beneficiosas para cualquier persona altamente sensible, incluso las más sanas emocionalmente.
Con tiempo, los altamente sensibles son generalmente muy buenos en todo lo que hacen. Pero necesitan que se les enseñe de manera diferente.


(Extraído de Teaching HSCs And HSPs to Swim, Drive or Anything Else del sitio The Highly Sensitive Person.)

28 de agosto de 2016

Sobre la vergüenza

Elaine Aron se siente fascinada por la emoción a la que llamamos vergüenza. En este artículo hace una reflexión acerca de ella.
«La vergüenza es una emoción dolorosa, al igual que el miedo o la tristeza. Pero quizá la vergüenza sea la más dolorosa de ellas porque se registra en el cerebro como un dolor físico severo.»
De hecho existen estudios que demuestran que el dolor emocional activa las mismas partes del cerebro que un dolor físico.
«La vergüenza es una emoción social, al igual que la timidez (el miedo social), la culpa o el orgullo. Las emociones sociales solamente se pueden sentir cuando estamos rodeados de gente (o al menos lo estamos en nuestros pensamientos).
»Cada emoción provoca expresiones faciales y movimientos característicos del cuerpo. Se puede deducir que alguien está sintiendo vergüenza cuando quiere esconderse, desaparecer, incluso morirse ("tierra trágame"). En esos momentos la persona se percibe a sí misma como alguien horrible. El avergonzado baja la cabeza y no puede mirar directamente a los ojos porque siente que no vale nada. Incluso si quisiera disimularlo no podría, puesto que el rubor facial lo delata. La vergüenza causa la sensación de que somos insoportablemente defectuosos y ello provoca automáticamente una bajada en la autoestima. Sentimos la derrota. Nos sentimos humillados. Aceptamos nuestro rango inferior y permanecemos allí, contentándonos con no ser rechazados.
»La vergüenza sirve para que nos mantengamos en buenos términos con el grupo ya que nos castiga con su dolor si hacemos algo que (suponemos) se desvía de las normas. Es tan dolorosa que después de la infancia no suele ser necesario que nadie nos la haga sentir, ya que nosotros mismos nos la infligimos ante la expectativa de que nos pillen en falta.»
Desde el punto de vista evolutivo la vergüenza fue importante ya que nuestra supervivencia dependía del hecho de ser admitidos en la tribu (sin su protección, se estaría condenado a morir a manos de los depredadores). La vergüenza seguramente ha posibilitado la cohesión y desarrollo de las sociedades humanas y sin embargo un exceso de la misma puede resultar un obstáculo para el desarrollo normal del individuo. Sobre todo en estos tiempos. La razón es que hoy en día, las personas pertenecen a múltiples grupos sociales y la vergüenza es una emoción instintiva que a menudo no sabe discriminar situaciones.

Por ejemplo, experimentar una vergüenza excesiva pudo servir para sobrevivir a una niñez en la que fue necesario ser aceptado en el primer grupo fundamental al que se pertenece: la familia. Es la base de la educación emocional de los niños, a los que dicha emoción ayuda en su aprendizaje de las normas básicas de convivencia. Pero si por algún motivo ese niño interiorizó excesivamente y quizá erróneamente el sentimiento de vergüenza, después, a lo largo de su vida, dicha vergüenza puede ser sentida en grupos y circunstancias totalmente distintas, causando numerosos trastornos.
«La culpa es más leve, más suave, porque con ella uno siente que ha hecho algo malo, no que uno es intrínsecamente malo. Con la culpa uno sabe que puede arreglarlo o tener la esperanza de ser perdonado, y aunque ello no suceda, la culpa no tiene un sentido tan irrevocable y rotundo como la vergüenza.
»Estoy convencida de que las personas altamente sensibles somos más propensas a la vergüenza porque sentimos las emociones más intensamente. El rasgo que nos motiva a ser más cautos y a observar antes de actuar es el que nos hace ser más sensibles a la vergüenza. Estamos más atentos a todo lo que podría causarla en nosotros e inhibimos cualquier impulso que pudiera desembocar en ella.
»Las personas altamente sensibles también se han podido ver más afectadas por una educación imperfecta durante la infancia, en la que el niño fue sometido por medio de la vergüenza en lugar de aprender a distinguirla de la culpa. Una misma circunstancia pudo provocar el sentimiento de culpa en un niño, mientras que en el caso de uno altamente sensible pudo causar vergüenza, especialmente si los padres reaccionaron sin mucho cuidado. Los niños también sienten vergüenza cuando no se les atiende debidamente, se les deja solos demasiado tiempo o sencillamente no se sienten queridos. Puede no ser lógico pero lo cierto es que en estos casos, sentir vergüenza (sentir el dolor que dicha vergüenza provoca) motiva a los niños a eforzarse para lograr el cariño y el cuidado que necesitan.»
Al ser la vergüenza tan dolorosa, la gente raramente la siente pues hace todo lo posible por evitarla. Existen para ello ciertos mecanismos de protección: culpamos a los demás ("Yo no hice nada malo, fue culpa suya"), minimizamos nuestra implicación ("En realidad no estaba intentándolo"), decimos que no nos importa lo que piensen de nosotros, etcétera.
«Las personas altamente sensibles utilizamos autoprotecciones como culpar a los demás, minimizar nuestra responsabilidad, etcétera, pero sobre todo, lo que hacemos es adaptarnos a lo que es normal en el grupo para de este modo ser aceptados y alejar la posibilidad de sentir vergüenza. Tratamos de ser perfectos, no cometer errores, siempre somos generosos. Nos esforzamos más de lo que correspondería, para triunfar o para que al menos nadie pueda decir que no lo hemos intentando. Pero este comportamiento a menudo conduce a vidas demasiado restringidas. Dejamos de ser espontáneos y no nos arriesgamos en las relaciones. No alcanzamos a hacer cosas que quizá nos harían felices.
Pero así, al menos, evitamos la vergüenza...
»Casi todos los consejos que se dan sobre cómo superar los problemas y vivir mejor tratan en el fondo de superar el miedo a la vergüenza. Te dicen: "empodérate", "consquista tus miedos", "quiérete más", "aumenta tu autoestima", "supera la timidez". Y cuando no lo conseguimos, ¿sabes lo que sucede? Que sentimos vergüenza. 
»El fondo del problema no suele ser considerado y entenderlo puede que sea un buen modo de comenzar a tratar los problemas de sentir una vergüenza innecesaria. Se trata de buscar el origen de esas vergüenzas porque a menudo siguen acompañándonos durante toda la vida. ¿En qué circunstancias la sentimos más intensamente y quién nos la hace sentir? Considerar cómo hemos organizado nuestra vida para evitar hacer ciertas cosas. Qué partes de nosotros han sido desconectadas. ¿Tu parte animal? ¿Tu parte creativa? ¿La parte de ti que sabe qué es lo que necesitas para ser feliz? ¿La parte que cuida de tu dignidad como persona?
»En cualquier caso es interesante volvernos más conscientes sobre la vergüenza y lo poco razonable que es a menudo, o lo condicionada que está por una cultura que quiere algo de nosotros. Quizá al envejecer y hacernos más sabios podamos dar a la sociedad, a los grupos de los que formamos parte y a aquellos críticos de nuestro pasado que aún siguen con nosotros, buena parte de lo que nos piden pero sin sacrificar completamente nuestra alma y nuestra vida.»

(Extraído de Highly Sensitive People and Shame del sitio The Highly Sensitive Person.) 

24 de agosto de 2016

Sobre el dinero

En este artículo Elaine Aron se ocupa de la relación que puede tener con el dinero una persona altamente sensible.
«Los estudios dicen que para ser feliz la gente necesita que sus necesidades básicas estén cubiertas. Una vez conseguido esto, la felicidad depende más de la habilidad de cada cual para apreciar los placeres cotidianos y para ello la alta sensibilidad puede resultar beneficiosa. Yo creo que las personas altamente sensibles se arreglan mejor en situaciones de poco dinero aunque también sufren más si no tienen el suficiente. Por otra parte la preocupación por no saber si se dispondrá de dinero en el futuro es sin duda peor que el hecho mismo de no tenerlo llegado el momento».
Comenta que durante dos décadas vivió con los suyos sin mucho dinero y que resultó muy sencillo. Fue su elección y con un poco de imaginación conseguían la mayor parte de las cosas que querían. Durante los últimos años ha tenido más medios y efectivamente ahora se permite otras comodidades pero en lo fundamental nada ha cambiado. A Elaine Aron no le impresionan los lujos ni las vacaciones y tampoco le gusta ir de compras. Dice que en el tema de vivir con poco las personas altamente sensibles tenemos claramente ventajas.
«Para empezar, si alguna vez tuvimos dinero, ahorramos gran parte del mismo por si acaso. A menudo estamos ya acostumbrados a ingresos bajos al elegir trabajos significativos en lugar de los lucrativos. Algunos hemos probado a cambiar los términos al tratar de favorecer el dinero pero vimos que no funcionaba. Quizá no hemos trabajado siempre debido a los problemas relacionados con la sensibilidad y el estrés. Creo que podemos entender mejor que otros que simplificar la vida puede ser una bendición. La espiritualidad (acompañada de la tranquilidad y la naturaleza) puede ser importante. La pobreza formaría parte del camino porque nos permite concentrarnos en lo importante».
Para ir tirando con poco dinero hay que elegir bien. Un lugar tranquilo en el que vivir (ante la dificultad de encontrarlo, el alquiler puede ser una buena opción), el seguro médico es importante, la comida saludable es más barata si se dedica tiempo a la cocina. Las personas altamente sensibles necesitamos descanso pero hoy en día los trabajos mejor pagados son de tipo 24/7 de manera que puede ser mejor algo que esté más delimitado, trabajar por tiempo determinado o hacerlo como autónomo. Necesitamos hacer algo significativo y el voluntariado puede ser una posibilidad.
«Lo que no nos permite estar tranquilos con unos ingresos bajos es probablemente la envidia y el miedo. La envidia se puede apaciguar valorando lo que te importa a ti y mirando al conjunto completo de las vidas de la gente con más dinero que tú. En esto puede ayudar que no envidies a los que no son altamente sensibles, quienes puede que estén más del lado materialista de la vida, con menos capacidad de entretenerse con su vida interior. Por otra parte el miedo puede ser más complicado de gestionar porque damos vueltas a todas las posibilidades cuando pensamos sobre el futuro. Aquí quizá habría que hacer el ejercicio de analizar los riesgos de manera más templada.
En realidad deberíamos dar un paso atrás de la sociedad en la que vivimos. Porque estamos inmersos en una cultura consumista que no deja de bombardearnos con lo que deberíamos querer. No existen anuncios que digan: "Disfruta más de la naturaleza; es gratis". O bien: "No necesitas nuestro nuevo modelo, el que te llevaste sigue estando bien". Peor aún, nos dicen lo que deberíamos temer. Los seguros que son indispensables para protegernos de todo peligro.

Quizá la siguiente cita de Thomas Merton (un monje católico que fue también escritor) es el mejor anuncio para otro tipo de vida.
Hay esperanza, porque siempre hay gente que se atreve a buscar en los márgenes de la sociedad, que no dependen de la aceptación de la sociedad, no dependen de la rutina de la sociedad y prefieren la existencia de flotar libremente aceptando el riesgo. Entre esta gente, si son fieles a su propia llamada, a su vocación, la comunicación en el nivel más profundo es posible. Y el nivel más profundo de comunicación no es comunicación sino comunión. Está más allá de las palabras, del discurso y de los conceptos. No es que descubramos una nueva unidad. Descubrimos una que es vieja porque ya somos uno. Pero imaginamos que no lo somos y lo que tenemos que recuperar es nuestra original unidad. Lo que tenemos que ser es lo que somos.
Elaine Aron termina el artículo diciendo que como nosotros, los altamente sensibles, ya estamos un poco en los márgenes de la sociedad, este planteamiento puede ser una dirección válida en la que movernos. Una dirección en la que menos es más, y ese más merece la pena ser buscado.

(Extraído de For Some HSPs Less Can Be More del sitio The Highly Sensitive Person.)

21 de agosto de 2016

Una vida llena de significado es saludable

En este artículo se comenta que es más saludable vivir una vida llena de significado que una vida llena de placer.
«A menudo oigo a personas altamente sensibles preguntarse por qué, comparados con los demás, se preocupan tanto por el significado de la vida, los problemas del mundo y su papel en aliviarlos. Las personas altamente sensibles a menudo sienten que tienen que ayudar. ¿Por qué, se preguntan, parecen estar negados para la vida inconscientemente feliz de la que otros parecen disfrutar?
»A veces he contestado lo que decía Aristóteles, que el mayor placer viene de la eudemonía, que es el placer de hacer lo que estás destinado a hacer, en oposición al hedonismo, el placer proveniente del puro placer, como la comida, el sexo o relajarse en un lugar bonito. No es que éstos sean malos pero según Aristóteles, añadir la eudemonía es lo que hace que la vida sea buena porque practicándola nos realizamos atendiendo a nuestra vocación y nos convertimos en nosotros mismos.
»Las personas altamente sensibles no suelen tolerar el trabajo que es solamente para ganar dinero. Es importante que tenga significado. Según Aristóteles nacemos con una vocación determinada por las habilitades especiales y únicas que disponemos cada uno de nosotros. Pero averiguar dicha vocación y seguirla parece un asunto más importante para las personas altamente sensibles que para las demás.
»La habilidad común a los seres humanos es su consciencia, la capacidad de darse cuenta de lo que sucede. Pero esto tiene su parte mala. Somos conscientes de la muerte, de la pérdida, del peligro distante en el tiempo o el espacio, de la maldad, etcétera y las personas altamente sensibles somos más conscientes de todo ello que los demás. Es doloroso y sin embargo la consciencia es algo que no cambiaríamos nunca a cambio de una vida en la que no nos diéramos cuenta de nada».
Elaine Aron pasa a comentar los resultados de unos estudios realizados con la intención de encontrar la relación entre el tipo de felicidad con la que convive la gente (eudemónica o hedonista) y su estado de salud física. El cuerpo incrementa o reduce la actividad del sistema inmunitario y la respuesta inflamatoria dependiendo de los sentimientos y del comportamiento de cada uno. A los participantes en el estudio se les hicieron preguntas para determinar sus niveles de felicidad de cada tipo al tiempo que se medían parámetros del cuerpo indicadores de su estado de salud.
«El estudio encontró que la eudemonía estaba asociada a una respuesta saludable del cuerpo mientras que el hedonismo no lo estaba tanto. Curiosamente las personas no eran conscientes de ello, solamente el cuerpo parece ser consciente de la diferencia entre las dos fuentes de felicidad. Siempre he tenido la impresión, totalmente mía y no científica, de que toda célula en nuestro cuerpo sabe acerca de cada uno de los pensamientos que tenemos y de que la gente vive más tiempo cuando el cuerpo recibe el mensaje de que existe una razón para vivir.
»La explicación científica de estos resultados vendría de decir que la evolución de la especie conservó unos genes que favorecen una vida con significado, vidas que hacen una contribución significativa a la sociedad. Por supuesto, una de las maneras instintivas de vivir una vida con significado es tener hijos. Y esta tarea no siempre es placentera. Una mirada a padres que comparten asiento en un avión con su hijo enrabietado, de los que no paran de llorar en un largo vuelo, y te preguntas cómo es que alguien en ese avión se plantearía tener hijos alguna vez. Y sin embargo, la mayoría los tendría.
»La cuestión para las personas altamente sensibles es que parecemos más propensos a vivir una vida tendente a la eudemonía. Curiosamente, en este estudio, solamente un 22 por ciento de la gente tenía ese tipo de felicidad predominantemente en sus vidas. ¿Os suena familiar esa cifra?»
Se refiere, claro, al 20 por ciento de la población que es altamente sensible.

(Extraído de Why HSPs' tendency to worry about the real meaning of our life may make us healthier del sitio The Highly Sensitive Person.)